Por Mario Díaz

“Échenlos a los elotes” (Incinérenlos)

-Brutalidad y barbarie en el campo de exterminio y adiestramiento
-Mucho tiene que ver los tres niveles de gobierno en el caso de Teuchitlán
-Tales prácticas terroristas son de nuevo cuño; no existían en el siglo XX

H. Matamoros, Tamaulipas.-Los campos de exterminio y adiestramiento de los cárteles de la droga es una modalidad propia de la actual centuria y no precisamente se remonta al siglo XX, tal y como pudieran pensar las nuevas generaciones.

Hasta antes de la primera alternancia política en el país cuando el Partido Acción Nacional “sacó a patadas” al Revolucionario Institucional del Palacio Nacional, altos mandos de la Secretaría de la Defensa Nacional “mantenían a raya” a quienes en aquel entonces solo se dedicaban al trasiego de drogas por el territorio mexicano rumbo a los Estados Unidos.

El cambio de gobierno y, por consiguiente, el fin de negociaciones “por debajo de la mesa” trajo a la par una serie de fisuras entre las organizaciones delictivas de la época generando la aparición de nuevos cárteles en distintas regiones del país.

En consecuencia, a partir de entonces, los tradicionales cárteles del Golfo, del Pacífico y de Juárez no tan solo se fragmentaron, sino que, además, tuvieron que diversificar sus actividades para hacer frente a los nuevos costos de controlar todo tipo de actividad ilícita.

Hasta antes del siglo XXI, las organizaciones del narco no requerían de sus propios ejércitos con armento de alto calibre y vehículos blindados y artillados ni tampoco del “servicio de halconeo”, lo que, en consecuencia, disparó sus “gastos de operación”.

Asimismo, hasta antes del año 2000 los grupos delincuenciales, rivales o no, mantenían vigente lo equivalente a un “código de honor” que los obligaba a respetar la integridad de las familias y nunca asesinar delante de éstas.

Tampoco, por supuesto, se ejercía la barbarie para generar terror a base de decapitaciones, torturas, desmembramientos y, lo más novedoso, la desaparición de las víctimas a partir de distintos métodos para ocultar los asesinatos. Sin cadáver no hay homicidio y sin homicidio no existe delito alguno, es la modalidad actual del crimen organizado.

Por lo tanto, el descubrimiento del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco para ubicar el rancho Izaguirre convertido en campo de exterminio y adiestramiento del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) en el municipio de Teuchitlán, Jalisco, es solo una muestra de la realidad que vive la sociedad mexicana y la impunidad conque operan los cárteles de la droga.

En 2022, un documento confidencial de la Secretaría de la Defensa Nacional hackeado por el colectivo Guacamayas, precisaba que en el corredor Guadalajara-Puerto Vallarta, en las regiones de Valles y Sierra Occidental, era un territorio dominado por el Cártel de Jalisco Nueva Generación por GONZALO MENDOZA GAYTÁN alias El Sapo, lugarteniente del líder de esa organización criminal, NEMESIO OSEGUEDA (a) El Mencho.

Tres años antes, en 2019, el testimonio de una víctima que logró escapar de un campo de exterminio y adiestramiento señala que un grupo de 14 jóvenes reclutados con engaños fueron obligados a matarse entre sí y, posteriormente, sus cuerpos fueron arrastrados para “echarlos a los elotes”, lo que quería decir “para incinerarlos”.

La fiscalía estatal jalisciense tiene conocimiento que desde hace más de una década existe el reclutamiento de jóvenes por parte del crimen organizado a través de ofertas de trabajo lícitas con pagos de 4 mil pesos semanales.

Tras la indignación a nivel mundial ocasionada por el descubrimiento del campo de exterminio y adiestramiento en el rancho Izaguirre en Teuchitlán, Jalisco, la presidenta CLAUDIA SHEINBAUM dio instrucciones para que la Procuraduría General de la República atrajera la investigación correspondiente.

De entrada, resulta inexplicable que tres ex gobernadores EMILIO GONZÁLEZ MÁRQUEZ, ARISTÓTELES SANDOVAL y ENRIQUE ALFARO, y el actual, PABLO LEMUS, desde 2012 a la fecha, no tuvieran conocimiento de lo que ocurría en ese predio rural ubicado a 3.5 kilómetros de la estación de La Estanzuela y a 60 kilómetros de la ciudad de Guadalajara.

Del mismo modo resulta inadmisible el argumento del alcalde del municipio de Teuchitlán, JOSÉ ASCENSIÓN MURGUÍA SANTIAGO, al afirmar a los cuatro vientos que “estoy limpio, que me investiguen”, con relación al campo de exterminio y adiestramiento.

MURGUÍA SANTIAGO presidió ese ayuntamiento en el trienio 2012-2015, compitió y ganó la elección para ese cargo en 2021 y se reeligió en 2024, lo cual, por supuesto, hace poco creíble su versión orientada a evitarle cualquier responsabilidad en torno al macabro caso.

Será por demás interesante conocer el resultado de la indagatoria que realice la Procuraduría General de la República.

DESDE EL BALCÓN:
I.-Muy seguramente las nuevas generaciones de comunicadores tendrán la idea equivocada que las barbaries actuales cometidas por el crimen organizado han ocurrido siempre.
Le realidad es que no, y que esa terrible modalidad surge en el territorio nacional a partir de la actual centuria.
Ni hablar.

Y hasta la próxima.
mariodiaz27@prodigy.net.mx

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