Redacción

Protege, defiende y acude al llamado de auxilio, incluso a costa de su propia vida, y eso no es suficiente, porque ¡Lo abandonan a su suerte! Es su historia como la de muchos como él.

Es un policía con rostro, con nombre, con trayectoria, que narra su caso y oculta sus generales por miedo a consecuencias. Su prioridad, no perder su empleo ni enfrentar con nombre la denuncia. Calla el maltrato y hasta su propia tragedia.

Guarda silencio ante el cotidiano acecho de abuso laboral, de los riesgos de enfrentar a la delincuencia o a un simple hecho cotidiano de ciudadanos irresponsables con odio a la autoridad y a las reglas. Enfrenta sólo aquello a lo que lo expone su empleo.

No lo defiende ni lo cubre quien debiera hacerlo. Su entrega no es suficiente para esa protección y así, ¿cómo no sentirse tentado a corromperse, a coludirse con el delincuente, con la mafia a servir con honestidad, con ética al ciudadano? Esa reflexión ni un abandono, lo justifica, pero orilla, porque no es sólo un caso aislado.

Son hechos cotidianos contra policías honestos. Acciones que los vulnera a pesar de su entrega. Hoy es él a quien la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) lo ve sólo como número, ¡no como persona! No como el que protege al ciudadano a cambio de su vida. Al de aquí de la capital, al del Estado de México, a los del país.

Y sí, hay otros, que se alían para delinquir, y para palear ese desdén, pero también están aquellos que sirven aunque se jueguen la vida. Aunque dejen viudas y huérfanos. Aunque los abandone a ellos y su familia ante esa autoridad ante una convalecencia, ante la muerte.

Hoy es él, quien impotente, postrado en una cama de hospital sin poder moverse, le exigían su presencia o la licencia médica, ¿y mientras, el sustento para sus hijos? Nada. La prioridad era un trámite de licencia médica que por burocracia no tenía por un hospital -ISSSTE de Ecatepec- que no cumplía con, ¡cuidar la vida de sus derechohabientes! Ni aquí ni allá resolvían ante lo evidente -entubado, sin reaccionar y a punto de morir-.

Justificaban: “por abusos de otros, por engaños de supuestas enfermedades, ahora no se les cree”. Y él en otro hospital, y su familia, de aquí para allá. De uno a . otro ISSSTE. Sin que nadie resolviera, con trámites lentos. Tan lentos, como cuando hay que castigar al mal policía. Tan burdos como cuando asuntos internos investiga, y “checan hasta si tiendes tu cama”, pero abandonan cuando se accidentan, cuando es peligro. riesgo, ¿porqué no se acercan ahí, para apoyar, para ayudar a la familia?

Eso los vulnera, les cambia la mentalidad de servir para servirse de su función. Ese es el otro rostro de la policía, de la que vulnera, del abusado laboral y moralmente. Del que por acudir en auxilio de otros ante una persecución, -Policía Metropolitana- es arrollado en Zaragoza por el perseguido (joven de 19 años que hoy está libre). Un policía como muchos otros, que trabaja para la CDMX y vive en el Estado de México.

Un policía que recibe buena atención en ISSSTE “José María Morelos y Pavón”, de la capital del país, pero mal servicio y trámite lento en ISSSTE de la entidad mexiquense -Ecatepec. Ahí, es donde sólo bajo presión e insistencia de sus homólogos aceptan, no sin antes solo pretextos: “No hay director, no hay servicio domiciliario; a veces nos engañan” y lo que no había era ¡Interés! Y mientras, sus hijos, su esposa, su familia, ¡calvario! Un calvario que resolvió en lo laboral y en lo médico, pero y los ¡Demás! ¿Callar para conservar un empleo o denunciar para ayudar a otros?

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