Por: Lalo Porras Ortiz.
- Los arrebatos de los “políticos”.
- La corrupción, enfermedad incurable.
- Pisotear la ley electoral ya es costumbre.
- Plena división en el gremio periodístico.
Hola, aquí seguimos dando lata con mis comentarios, agradecido por leerme…
Previo al mensaje de la presidenta Claudia Sheinbaum en el Zócalo de la Ciudad de México, los principales líderes de la 4T se tomaron una fotografía con Andrés Manuel López Beltrán y Luisa María Alcalde mientras la titular del Poder Ejecutivo se encaminaba hacia ellos.
La atención de adán augusto lópez, Ricardo Monreal y Manuel Velasco estaba centrada en los dirigentes de Morena.
Ignoraban que Sheinbaum, la jefa política del Estado mexicano, estaba detrás de ellos.
En alguna ocasión de sobremesa escuchaba los lances siempre agudos de mi amigo David Konzevik.
Cargado de ese bagaje de eventos y saberes, evocó a Rafael Alberti: “Siento esta noche heridas de muerte las palabras”.
Hablábamos de la corrupción, de sus diferentes manifestaciones.
Cuando hablamos de corrupción, pensamos en políticos desviando fondos, en empresarios haciendo fraudes millonarios, en autoridades vendiendo su voluntad al mejor postor.
Pero la corrupción comienza mucho antes, en actos cotidianos que parecen inofensivos: cuando la palabra deja de significar, cuando el compromiso se vacía, cuando lo dicho no se cumple o lo tácitamente acordado no tiene importancia.
Cada vez que alguien promete algo sin intención de cumplirlo, cada vez que se falta a la verdad con ligereza, cada vez que se usa la palabra como un simple instrumento de conveniencia, estamos participando en una forma de corrupción.
No es la de los grandes titulares, pero sí la que erosiona la confianza entre las personas y degrada la convivencia.
Convengamos que el lenguaje es el primer pacto social.
El acto corrupto es la consecuencia de una palabra corrupta, es un “no lo haré” disfrazado de un “prometo cumplir”.
Si las palabras pierden valor, lo dicho es ingrávido.
La gran corrupción nace de la pequeña; la conducta es escalabre, la corrupción también.
El funcionario que roba millones alguna vez fue el estudiante que hizo trampa en la escuela, y no tuvo consecuencias.
El político que miente descaradamente alguna vez fue el joven que rompió su palabra sin remordimiento.
El líder del crimen organizado alguna vez fue el hijo de la mujer o el hombre que se estacionó en lugar prohibido para caminar menos, o se pasó el semáforo en rojo para llegar más rápido y con su ejemplo lanzó el mensaje: el que no es transa, no avanza; el verdadero poder es el poder de no cumplir la ley.
Si educamos en la cultura de la impunidad, no nos sorprenda que la impunidad escale hasta las más altas esferas. ¡Ya les llegó y con todo el cinismo del universo, universal!.
Exteriorizamos un problema del que somos parte.
Nos gusta decir “que cambie México”, ese territorio que vemos allá afuera, el entorno que habitamos, pero no lo que realmente somos.
No decimos “yo soy México”; me parece necesario interiorizar ciertos males que nos duelen como país.
La regeneración de una sociedad no comienza o se acaba en los grandes tribunales.
Quienes siguen espantados por lo que está pasando con el ya casi extinto Poder Judicial (como si fuéramos a perder un impoluto baluarte del Estado de derecho) bien harían en reflexionar que el cambio necesario pasa por lo más simple: ser un ciudadano que cumple con lo que se promete, respetar el pacto social básico, en las cuestiones mínimas y banales, hasta las más serias y trascendentes.
Ahí empieza la reconversión social, la verdadera honestidad y la lucha más efectiva contra la corrupción.
A México le duele la palabra del juramento constitucional que hace un gobernante frente a las Cámaras (la nación demanda y luego no pasa nada).
A México le duele la palabra común, la de la calle, la de las aulas, la de casa y la alcoba, la del condominio, la de la oficina, la que no lleva firma, la que solo son palabras.
Necesitamos recobrar la palabra ciudadana, la que se empeña un lunes por la mañana, la que involucra a dos desconocidos, la que no será titular en un periódico, la que nadie notará por ordinaria.
Cuando hayamos sanado la palabra, habremos despertado de esa noche en la que Alberti lanzó su grito de agonía.
Ningún presidente en la historia del país había sido tratado con tal desdén por sus correligionarios, como Claudia Sheinbaum el
Domingo pasado en el Zócalo.
Observé varias veces la escena del “descuido por la emoción del momento” y no puedo sino concluir que la grosería fue con premeditación, alevosía y ventaja, una pequeña conspiración de los alineados con López Obrador contra Sheinbaum.
Obviamente planearon el momento: Andy deliberadamente de espalda como esperando a su novia en el parque; Luisa María la ve acercarse hacia ellos y en vez de voltear a saludarla apura la foto; adán augusto mirando al otro lado apresuradamente, como si le hubiesen gritado “ese mi adán”; Manuel Velasco señalando con el índice hacia ninguna parte y jugando con los lentes; Monreal en la pendeja, fingiendo que cacha moscas.
Y en todo caso, si realmente estaban distraídos, todos y al mismo tiempo, justo cuando la presidenta pasaba tras ellos, ¿porqué no los previno el fotógrafo, quien la tenía de frente?.
Era un movimiento claramente planeado.
Después vinieron las disculpas públicas, otra burla, son disculpas del tipo “es que mira”.
Vamos a creer que un viejo lagartón como adán augusto se distrajo por “la emoción del momento”, y otro de la misma catadura, Monreal, porque “lo contagió el entusiasmo que se desbordaba”, ¿en serio?. Manuel Velasco fue menos cínico, en sus redes dijo “estoy reunido con el senador adán augusto lópez y con el diputado Ricardo Monreal y le ofrecemos una disculpa a nuestra Presidenta”, pero se justifica en la misma mentira del “estar emocionados”, como si fuese el primer mitin del Zócalo.
Increíblemente Luisa María Alcalde otra burla más a los Mexicanos, ¡responsabilizó a la oposición por desviar la atención!, y andrés lópez apareció con una retórica demagoga hablando de solidaridad con la presidenta, sin referirse al episodio.
Para disculpas así, mejor se las hubiesen guardado.
Da la impresión que también lo hicieron pensando en rematar la grosería.
Aquí en Chihuahua, no pasa desapercibido la lumbre del odiado Corral, operando impunemente para Andrea Chávez, ya incluso hay enojo de muchos morenistas y panistas por la situación.
Estuve en una reunión de periodistas de Chihuahua, en la cual se trató el tema de la protección de periodistas en el Estado, obviamente los que “aportaron” Grandes ideas fueron los de siempre, tristemente, pero no porque los demás no tengan ideas, fue porque los boicotearon sin darles oportunidad de presentar algo o al menos comentar, aunque ya se ha tratado de realizar por lo menos en 6 ocasiones sin éxito y todo gracias a la gran división del gremio periodístico y los malos tratos a los demás… así las cosas.
Por lo pronto, algunos prefieren trabajar con asociaciones periodísticas de otros Estados o Nacionales, que por cierto el día 1 de Mayo del presente año, habrá de realizarse la cumbre internacional de periodismo en la Ciudad de Querétaro.
Gracias nuevamente por leerme.