LATITUD MEGALÓPOLIS | RAYMUNDO ADAME
Hay un dicho popular escuchado entre la gente que dice: “lo que te choca te checa”, pareciera que eso sucede en la sistemática crítica que Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, hace todos los días contra los expresidentes echando pestes y culpas de lo que ocurre en el país a causa de las administraciones en que estuvieron al frente: Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña; sin duda alguna esas gestiones gobernaron con excesos reflejados en la corrupción, el robo, la inseguridad, el autoritarismo, el nepotismo y todos los vicios que aborrece cualquier ciudadano, pero el de Obrador parece no ser tan diferente.
No en balde llegó la crisis de inconformidad al tope de lo soportable por el pueblo, que lo obligó asirse de cualquier promesa emitida por los políticos rapaces de que generarían un cambio; así fue con Salinas de Gortari que prometió llevar al país al primer mundo y que su megalomanía dibujo la sombra de la posibilidad de reelegirse creando estructuras populistas (Solidaridad) que le dieran imagen en todos los rincones del territorio nacional; después fue construyendo una imagen de trascender al exterior anhelando presidir la Organización Mundial de Comercio. Claro a ningún grupo político conviene la manipulación de un solo hombre que pueda decidir quién está y quién no; el surgimiento del denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, el magnicidio de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu, lo ubicó en la realidad, su gestión era de papel, no tenía bases para trascender y se derrumbó entre las críticas y rezagos sociales de su administración de lo que el pueblo fue afectado.
Zedillo fue un presidente emergente que prometió seguir la tesis social que enarbolaba Colosio, solo duró el tiempo de la campaña, después se convirtió en el representante más puntual de lo que es el neoliberalismo, en términos exactos acabó de vender las empresas nacionales y rescatar las deudas de los más ricos de México, no generó esperanzas de beneficio social, benefició a las transnacionales y ahí trabaja.
Fox fue un candidato brabucón, como esos perros de pueblo que hacen mucho ruido, pero que con una piedra se alejan llorando, seguramente fue el asidero para un pueblo cansado de tantas desventuras se volcara a las urnas para sacar al PRI de los Pinos: cruel decepción, pues al llegar al poder no hubo diferencias entre el pasado y su gobierno, aunque no aspiró a una reelección, sí promovió o dejó que corriera el rumor de la posibilidad para heredar la silla presidencial a su cónyuge “Martita”, quien abiertamente hacia campaña para lograrlo; solo dejó esperanzas pisoteadas, fue lo mismo.
De Calderón, en términos generales, se le identifica por haber inundado al país en un baño de sangre por todos lados al declarar la guerra a la delincuencia, que a la larga solo fue una pantomima que pagaron miles de ciudadanos inocentes ante la criminal inseguridad que azotó al país.
Peña, se puede decir que es el máximo representante de la corrupción en el México contemporáneo; no dejó institución que hubiera tocado y no se convirtiera en un ente administrativo putrefacto del saqueo a que se vio sometido; el pueblo mexicano le había dado otra oportunidad al PRI y pareciera que por la ausencia de poder durante dos sexenios llegaron a saquear las arcas de la Nación.
Cuando AMLO echa pestes y culpas de la corrupción y los malos gobiernos que antecedieron al presente régimen: no está equivocado, en efecto así ha sido, cada gobierno diseño e instaló nuevas formas para saquear al país, para corromper a las instituciones, para formar camarillas de nuevos ricos, para reprimir la protesta y las inconformidades sociales, para nunca solucionar la problemática social y heredarla al siguiente gobierno; eso ha sido así, se heredó un país sin pies ni cabeza.
Paradojas de la vida el gobierno se convirtió en la figura delincuencial principal: la desobediencia a la ley, la violación a los derechos de las personas, la “grilla” como factor o elemento para resolver los conflictos u obtener una posición en el gobierno, ese era el panorama de la Nación y no fue fortuito que la sociedad se volcará a favor del personaje que prometía un cambio radical, que había expresado “al diablo con las instituciones”, que había dibujado ante sus simpatizantes la catástrofe y lo putrefacto del México donde las oportunidades habían desaparecido, donde, incluso, la esperanza estaba destrozada; en ese escenario Andrés Manuel López Obrador tuvo un triunfo contundente.
Tal vez todas las expectativas creadas a los largo de años de campaña de Obrador generaron la recuperación de la confianza o a volver la esperanza de que el país podía cambiar, que todavía era posible, pues así lo hacía ver el candidato opositor sin importar el partido que representaba, que era una simulación pues no contaba con una estructura electoral sólida que en si misma diera el triunfo; más bien el pueblo se convirtió en un tumulto social que arrasó con las prácticas más anquilosadas y aniquiló la posibilidad de un fraude electoral que impidiera la llegada de quien prometía un cambio radical en todos los ámbitos, el que parecía tener una varita mágica y llevar el país al desarrollo y progreso.
En la práctica o la realidad, AMLO no ha podido con el país, la mayoría de promesas se han quedado en el tintero, al grado de andar ofreciendo puestos a los priistas que terminan sus gestiones en los gobiernos estatales, ha creado una instancia de supuesta información que denominó “la mañanera” y más que información es un ente que sirve para atacar todos los días a quienes disienten de su gobierno: contra los periodistas, contra las empresas periodísticas, contra los abogados, contra las instituciones autónomas, contra las leyes, contra los opositores; en fin, arremete contra los molinos de viento que navegan en su imaginación y son un posible obstáculo para sus presentes o futuras imposiciones; en la mañanera se vive la “amlolandia” y no la realidad lacerante que aún continua en todos los ámbitos de la administración pública y la sociedad, donde la visión es que siguen los mismos haciendo lo mismo.
REVOCACIÓN DE MANDATO, se hace insistente mención que el no llevar a cabo la revocación se viola el mandato constitucional, el cual en la fracción IX del artículo 35 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (CPEUM) lo menciona como “procesos de revocación de mandato” y no como marrulleramente lo divulga el partido del Presidente, Morena: “ratificación de mandato”, simplemente es un proceso de revocación de mandato donde el votante manifiesta si revoca o no, el mandato presidencial de Andrés Manuel López Obrador, en ninguna parte del texto de la CPEUM menciona “ratificación”, por lo que la promoción que realizan viola ese precepto cuando convocan a un proceso de ratificación que no existe en la Constitución.
Además, el numeral 1 de esa fracción es claro cuando dice: “Será convocado por el Instituto Nacional Electoral a petición de los ciudadanos y ciudadanas, en un número equivalente, al menos, al tres por ciento de los inscritos en la lista nominal de electores,” esto es, “a petición de los ciudadanos y ciudadanas” y no de los partidos o del Presidente de la República, pues en estricto sentido AMLO es la persona que se le quiere revocar del mandato, más no ratificar; el esquema real es que quienes firman por el proceso revocatorio serían los que quieren que el Presidente concluya con su mandato y evidentemente sus partidarios tendrían que evitar someterlo a un proceso de revocación; además para que exista la obligatoriedad del proceso revocatorio tendría que haber un 3% de la lista nominal y esa etapa aún no concluye.
Ahora, el numeral 2 de esta misma fracción dice: “Los ciudadanos y ciudadanas podrán recabar firmas para la solicitud de revocación de mandato”, en ningún momento dice que estén obligados, dice: “podrán”, esto quiere decir que tienen la posibilidad y este término no obliga o significa “tendrán que hacerlo”, por lo que cuando Obrador dice que se viola el mandato constitucional, lo dice a la ligereza, pues ningún ciudadano está obligado ni a firmar por la revocación del mandato ni acudir a las urnas a expresar su “sí” o “no” por la revocación.
El numeral 4 de esa fracción del artículo 35 constitucional dice: “Para que el proceso de revocación de mandato sea válido deberá haber una participación de, por lo menos, el cuarenta por ciento de las personas inscritas en la lista nominal de electores. La revocación de mandato sólo procederá por mayoría absoluta.” Esto quiere decir que cuando Andrés Manuel López Obrador ofrece irse de la presidencia si la gente dice “Sí a la revocación”, sea cual sea la participación por abajo de ese 40% que menciona la Constitución, en ese supuesto, estaría desobedeciendo el texto constitucional; pues dicha elección no sería válida para tomarla como elemento para la revocación; pues en estricto sentido, si así lo quiere hacer, el Presidente puede renunciar en el momento que quiera sin necesidad de generar un gasto innecesario al país, pues la CPEUM es muy clara.
INNECESARIO EL PROCESO DE REVOCACIÓN, ¿Por qué ir a un proceso revocatorio millonario? El gobierno amloista ha convocado a un informe multitudinario, difunde infinidad de encuestas donde tiene arriba del 65% de aceptación ciudadana y todo parece ser real pues lo respaldan infinidad de programas en beneficio de las personas posibles votantes y que no permitirían una revocación de mandato: eso es una realidad; en ese panorama se presenta la inutilidad de un proceso de las características que la legalidad establece y que contra la naturaleza política lo promueve tanto el Presidente como su partido (Morena), eso es un absurdo como lo es el gasto descomunal que conlleva.
Mejor, si sobra ese presupuesto deberían invertirlo en la modernización educativa dotando a los centros educativos públicos de elementos de nuevas tecnologías (computadoras, internet, laboratorios de cómputo y otros) ¿o acaso el objetivo de sus huestes es alimentar la megalomanía presidencial? Pues en la anterior consulta para enjuiciar a los expresidentes: Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña, donde más del 90% de participantes votó por enjuiciarlos salieron con la barrabasada de que a AMLO no lo mueve la venganza omitiendo la justicia y echando a la basura los votos ciudadanos. Entonces: ¿para qué consultar?