La salud mental es algo que los mexicanos olvidamos atender. Oficialmente uno de cada tres personas sufren o sufrirán algún tipo de trastorno mental en alguna etapa de la vida. Y ese problema afecta por igual.

No es de niveles culturales, económicos ni de estatus. Grandes personajes han sido víctimas de disturbios mentales. Nadie escapamos a traumas, fobias o trastornos, a veces, evidentes por la forma en que nos conducimos.

Lo grave es cuando tenemos una responsabilidad pública y no vemos que esos desequilibrios mentales afectan a otros. Un bajo nivel en la conducción de responsabilidades, alerta sobre desequilibrios. Explotar a la menor provocación o atacar verbalmente, forman parte de daños mentales.

Hasta operar con bajo nivel en la conducción, alerta: ¡algo anda mal en la mente! Y no requiere de disculpa pública, sino de atención sicológica, antes que el daño sea irreversible para otros. La fobia social es un trastorno. Es un miedo que se manifiesta de diversas maneras. Francisco Villa, tenía sus trastornos. Sin embargo, era tan grande, que reconoció su ignorancia sin “bozal” ni tapujos.

Se rodeaba de gente capaz, y a pesar de iletrado, de sus miedos, pasó a la historia como hombre admirado y hasta odiado en Estados Unidos por su arrojo y su indiscutible amor por México y su pueblo. Un hombre inteligente con desequilibrios, como todos los tenemos.

Capaz de despreciar la silla presidencial -nadie le hubiera cuestionado que la ocupara- sabiendo que lo de él no era gobernar una nación del tamaño de ¡México! Sirvió y nunca denostó. Un hombre reacio, enérgico, irascible, digno de analizar mentalmente, por su congruencia de no ambicionar dirigir el país.

Por eso es también imperioso revisar y estudiar con especialistas a los que hoy muestran fobia social, porque no están libres de ese miedo que sicólogos consideran es un “perturbación de la actividad intelectual, del estado de ánimo o desajuste en su comportamiento contrario a las creencias y normas culturales”.

Por eso más que enojo, debemos estar preocupados, no por los ataques a nuestros compañeros reporteros, sino porque quien siempre persiguió esa silla y la consiguió, tiene una conducta que lleva a reflexionar sobre su salud mental. Una salud que pocos mexicanos cuidamos y evadimos revisar. Los insultos de funcionarios hacia la prensa que consideran incómoda, no son de ahora, aunque tampoco queda el consuelo del tonto.

Ese nivel al que llegó quien tanto anheló dirigir el país, no es de primer mandatario, no de jefe de fuerzas armadas, no de representante de una nación, no de jefe de Estado, sino de simple y llanamente una persona que requiere saber de su salud mental.

Atacar, denostar y erigirse como divinidad. Da qué pensar y que preocupar ¿Qué hace de este país, en qué ha convertido su administración, a dónde quiere llegar? Insultar y tratar como perros, sí, como perros a representantes de medios de comunicación, ofende al gremio y debería a los dueños de esas empresas cuyo objetivo claro es, aunque sea un negocio, mantener informada a la población, servirla, y difundir con responsabilidad lo que sucede, no callar ante un gobierno ni besar la mano, de quien se erige como el que quita ataduras y bozales.

Y más allá de eso, debería preocupar a todos al bajo nivel que un presidente ha llegado, porque no sólo es mostrar respeto a reporteros, es exigirle respetarse así mismo, a su país, y no dar evidencias públicas que algo sucede en su salud mental. Es llevar con gallardía y con honor, esa responsabilidad que le dieron los millones de mexicanos que votaron por él.

Por él que no debe hacer de sus presentaciones show cómico de bajo nivel. Es un presidente, un hombre obligado a honrar a un país y a sus población. Un hombre en toda la cabalidad. No es un mesías ni quien libera de ataduras ao bozal a un gremio del cual estoy orgullosa de pertenecer. Conozco a muchos de los que hoy ofende con su ataque verbal, y son mujeres y hombres, admirables, entregados a su labor, responsables, que no merecen trato de perros. Estoy desconcertada por ese bajo nivel señor presidente.

Ya lastimó instituciones tan respetables como el Ejército, a los representantes del periodismo nacional, -a la delincuencia y narcotraficantes- se les inclinó y mostró su miedo. Y ahora ¿qué y quién sigue; a los que le dieron el voto y se arrepienten de mantener el apoyo a su persona? Señor presidente, yo no le exijo respeto ni disculpas a mi gremio, sino a un país, a una población, pero no de palabra, con ¡acciones! Con decisiones y políticas pública.

No informe cada mañana. ¡Salga a trabajar! Y de evidencias de lo que es capaz y nunca, nunca, será necesario ruedas de prensa. Los reporteros observan y constatan para replicar lo que ven, no necesitan conferencias cuando los hechos, sólo los hechos, son evidentes y muestran acciones. Lo que hoy usted da son ¡declaracionitis! Y escucharlas, y constatarlas, es más perder que ganar. Lo que vemos, no es una conducción, no son acciones comprobables con evidencias.

Lo evidente es, una urgente revisión de su estado mental. Que especialistas sean quienes determinen si es apto para seguir. Eso, sólo eso, yo le pido y exijo haga, ahora, que usted no me ha puesto o no me he dejado colocar un bozal.

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