Por. – Benjamín Bojórquez Olea.
Alcalde amorfo…
La mentira es la negación de la democracia, pero más que de la democracia de las libertades públicas.
Nunca como en este gobierno el embustees elevado a los más altos pedestales del municipio de Salvador Alvarado. La mentira deliberada como política de Estado. Como acción de gobierno. Como fuente de legitimidad. La popularidad a golpe de propaganda travestida en aprobación del desempeño aldeano.
Observar como el crimen organizado se va comiendo al gobierno de Salvador Alvarado, es un indicador de que vamos mal. El derecho de piso, la extorsión sustancial, la junta paramunicipal de agua potable al servicio de la delincuencia organizada y desorganizada, la lamentable visita en su mayoría a todas las taquerías de la localidad por ofrecer protección y cobrar por cada taco que vendan 10 pesos, y vía telefónica organizar reuniones con todas las empresas de empeño y demás por ofrecer protección y derecho de piso es la cruel realidad que hoy sufre el municipio de Salvador Alvarado. Es lamentable que las autoridades aldeanas y la oposición en cabildo no digan ni pio.
No es denuncia, es únicamente la digcleridad con el gobierno encabezado por Armando Camacho Aguilar, ya que su engaño paralelo fundado en los deseos, caprichos y obcecaciones propias.
Las maneras atrabiliarias y pendencieras de Camacho Aguilar han sentado un precedente funesto para la concordia y buena marcha de la gobernanza y desarrollo del pueblo, pero sobre todo para la certeza y concordia que debe privar en larelación gobernantes-gobernados.
Si se rompe ese vínculo se rompe la estabilidad política aldeana en la que unos pocos mandan y la mayoría obedece y paga tributo por así convenir.
Ante la incompetencia supina, en un final de gobierno de manos vacías, de promesas grandilocuentes incumplidas, surge lapolarización para, hasta donde se puede, taparle el ojo al macho y engordar clientelas sumisas (perdón por la redundancia), las bases de apoyo de la aldea Alvaradense.
La polarización como herramienta eficaz para culpar a los demás de la incompetencia y errores propios de gobierno. En ese escenario de dos bandos siempre habrá a quien echarle la culpa y siempre habrá quien lo crea.
Que nuestro alcalde Alvaradense, sin inmutarse un ápice, asuma y declare que las mentiras proferidas en su condición de representante de nuestra comuna no tienen parangón en su afán de precarizar y mancillar la investidura y la palabra del municipio que llora por la incapacidad de sus representantes.
Me parece que en este punto de su mandato nadie que no sean sus falanges de aplaudidores cree en la palabra de Armando Camacho Aguilar. Como ninguno de sus antecesores la ha vulgarizado y, como en 1984 la novela de Orwell ha vaciado las palabras de su sustento moral y de comunicación; pero, sobre todo, con él las palabras han perdido el sentido de instrumento de pensamiento y autoafirmación.
Digamos desde ya, que el engaño como estrategia de gobierno aldeano no tiene nada que ver con la ineficacia en términos de desarrollo, y mucho menos con la doctrina que tiene como fin supremo la limitación del poder político y el sometimiento de los que si añoran un cambio significativo.
GOTITAS DE AGUA:
Ninguno pues como el edil Alvaradense para urdir mundos paralelos. Engullidos en el acto por una turba de fanáticos movidos más por el rencor e intereses personales que por la razón. Aunque la razón nunca ha sido virtud del alcalde. La masa amorfa y la delincuencia organizada toman las calles. Es la metáfora perfecta del proletario sin cabeza. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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