Brandt, no se parece a Calderón…

Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

Brandt asumió responsabilidad; Calderón ignoró señales de corrupción en su propio gobierno.

Willy Brandt, político alemán que en su juventud se unió a las juventudes socialistas, fue perseguido por el régimen de Hitler, lo que lo obligó a huir a varios países de Europa para sobrevivir. Tras la Segunda Guerra Mundial, regresó a Alemania y en 1949 comenzó su ascenso político al convertirse en miembro de la primera legislatura del parlamento federal de Alemania Occidental. Como alcalde de Berlín, se opuso a la construcción del Muro. De 1969 a 1974, fue canciller en un periodo de alta tensión entre EE.UU. y la URSS. Su política exterior se centró en establecer vínculos con Alemania Oriental, Polonia y la URSS. Fue el canciller que, en un gesto histórico, se inclinó ante el monumento en memoria de los judíos asesinados por los nazis en Polonia. Brandt firmó tratados clave, como el de Varsovia y Moscú, que reconocieron las fronteras entre Alemania, Polonia y Rusia respectivamente. En 1971, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por su esfuerzo en reconciliar a Alemania Occidental con los países del bloque soviético.

En 1974, Brandt dimitió como canciller al asumir la responsabilidad por la infiltración de Günter Guillaume, un espía de Alemania Oriental que tenía acceso a información sensible del Partido Socialdemócrata y de su gobierno. Guillaume y su esposa, Christel, también espía, fueron encarcelados, pero tras un intercambio de prisioneros entre los gobiernos, regresaron a Alemania Oriental, donde fueron condecorados con la Orden de Karl Marx. Brandt dimitió convencido de que, como líder, no podía ignorar que el hombre en quien más confiaba resultara ser un infiltrado.

Ahora, comparemos esto con el expresidente Felipe Calderón. A diferencia de Brandt, Calderón jamás pasará a la historia como alguien digno de un Nobel de la Paz. Su decisión de declarar una guerra interna contra el crimen organizado, en lugar de estar motivada por una genuina necesidad de seguridad, parece haber sido más una estrategia para ganar legitimidad tras el conflicto electoral de 2006. Felipe Calderón sostiene que nunca tuvo información que le permitiera saber que García Luna, su secretario de Seguridad, estaba protegiendo al Cártel de Sinaloa.

Esta afirmación puede interpretarse de dos formas: Calderón no tenía control sobre su gobierno, lo que sugiere una alarmante incapacidad, o sabía y fue cómplice de esa protección, beneficiándose de algún modo. Podemos especular si Calderón, como Brandt, genuinamente no sabía, pero hay una diferencia crucial: en México ya existían dudas razonables sobre García Luna en el tiempo que Calderón gobernaba. Periodistas como Anabel Hernández en 2008, en su libro “Los Cómplices del Presidente”, y Jesús Esquivel en Proceso en 2009, escribieron sobre los vínculos de García Luna con el narcotráfico. Incluso, en el mismo 2009, Gerardo Fernández Noroña, entonces diputado, confrontó a García Luna en el Congreso sobre estas acusaciones.

Aunque Calderón y su círculo cercano no compartieran la ideología de estos críticos, las acusaciones debieron haber encendido las alarmas y motivado una investigación. Si Calderón realmente no sabía, pudo haber ordenado una investigación para despejar dudas, pero eligió no hacerlo.

GOTITAS DE AGUA:

Felipe Calderón no es el Willy Brandt de la política mexicana porque, cuando Brandt se enteró del primer rumor sobre la filtración, se investigó hasta confirmar la verdad. Calderón tuvo esa misma oportunidad, pero prefirió ignorarla. Después de más de 450,000 homicidios desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico, no solo debemos indignarnos por la omisión de Calderón, sino también sentir rabia por la falta de voluntad para investigar lo que muchos ya señalaban. Si realmente no sabía, demuestra que no controlaba su gabinete; si lo sabía, entonces permitió a sabiendas que un hombre como García Luna manejara la seguridad del país.

Willy Brandt será recordado como el canciller que allanó el camino para la reunificación de Alemania; Calderón será recordado como un cínico que, ya sea por ineptitud o complicidad, sumió a México en una espiral de violencia que parece no tener fin. La sentencia de 38 años a García Luna es solo el preludio de lo que Calderón merece. Y si la justicia no lo alcanza, la mancha en su reputación jamás se borrará.

Muy en ello, Acción Nacional, y dándole seguimiento, en Sinaloa, solicitan la remoción del ejecutivo estatal. Vergüenza deberían tener su líder local y actual diputada plurinominal, Roxana Rubio. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el Lunes”…

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