Por.– Benjamín Bojórquez Olea.
Guillermo Memo Romero:
El constructor de barrios, no de campañas…
En la política mexicana, donde las derrotas suelen sepultar carreras y los cargos definen el peso de un nombre, Guillermo “Memo” Romero representa una anomalía tan refrescante como necesaria. No ganó la alcaldía de Mazatlán, es cierto. Pero ganó algo más profundo, más duradero y, en tiempos de escepticismo cívico, más valioso: ganó comunidad.
Memo Romero no es un político de escaparate. Es un hombre de calle, de barrio, de esos que no necesitan escoltas para caminar su ciudad porque ya se ha blindado con la confianza de su gente. Cuando caminó Mazatlán en campaña, no lo hizo como turista en su tierra, sino como anfitrión de una conversación honesta y sin poses. Habló con la gente, no para pedirle el voto, sino para escucharlos como quien escucha a un amigo contarle sus problemas. En esa cercanía está su músculo. En ese ejercicio de empatía está su poder.
Y es que hay algo profundamente político en perder bien. En no usar la derrota como excusa para desaparecer, sino como trampolín para volver más fuerte, más sabio y consciente del camino. Porque Memo no se fue. No se escondió. No culpó a nadie. Siguió caminando las mismas calles, con la misma calma, con la misma escucha activa. Y en eso, Mazatlán lo sigue viendo como una opción real, no solo como un recuerdo.
A diferencia de los políticos que viven en campañas permanentes, Memo ha construido una presencia permanente. No porque le convenga, sino porque así es su forma de hacer política: desde la trinchera cotidiana, desde la plaza, desde el diálogo sincero. Es, en esencia, un político con alma ciudadana. Un perfil que escasea en un sistema acostumbrado a las máscaras y al cálculo.
De cara a la gubernatura del 2027, Sinaloa necesita más que una cara bonita o una maquinaria electoral. Necesita liderazgo auténtico. Necesita reconstruir la confianza entre gobierno y sociedad. En ese contexto, Memo Romero representa una carta seria para la oposición. Su relación con el sector empresarial, su presencia en el sur, centro y norte del estado, y su probidad sin mácula lo colocan como un contendiente sólido, pero más allá de eso, como un puente entre dos mundos: el del poder y el de la gente.
En tiempos donde la política se ha convertido en un espectáculo, Memo Romero no se vende como estrella, sino como servidor. Mientras muchos buscan reflectores, él busca soluciones. Mientras otros se rodean de aduladores, él prefiere rodearse de ciudadanos que le dicen la verdad. Hay una enseñanza fundamental en su recorrido: la política no se trata solo de ganar elecciones, sino de ganar confianza. No se trata de cargos, sino de causas. Y no se trata de prometer, sino de pertenecer.
Guillermo “Memo” Romero no necesita improvisar una narrativa para el 2027. Su historia ya está escrita en cada barrio que ha pisado, en cada mano que ha estrechado, en cada adversidad que ha enfrentado sin perder el piso. No es un producto de laboratorio político; es un hombre de carne y hueso con vocación de servicio y hambre de justicia social.
GOTITAS DE AGUA:
El 2027 no será una contienda fácil. Pero si la política sinaloense desea reencontrarse con la ciudadanía, con el respeto y con la decencia, entonces personajes como Memo Romero no solo deben estar en la boleta; deben estar en la conversación seria sobre el futuro del estado.
Porque en tiempos de simuladores, lo verdaderamente disruptivo es ser auténtico. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…
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