Por. – Benjamín Bojórquez Olea
Gotitas de humanidad en el mar de la política…
En tiempos donde el estruendo de las promesas políticas ahoga la voz de las acciones verdaderas, hay silencios que resuenan más fuerte que cualquier discurso. Silencios que no se explican, se viven; que no buscan reflectores, pero iluminan. Así es el eco que deja la labor de Eneyda Rocha Ruiz en Sinaloa: independientemente del caos social y de inseguridad que azota Sinaloa, su eco es sereno, humilde y profundamente humano.
La política, entendida en su forma más pura, no debería ser el arte de decir lo correcto, sino el arte de hacer lo justo. En ese sentido, pocas veces podemos hablar con certeza de quienes logran encarnar esa idea con acciones concretas. En un mundo acostumbrado a la simulación, la cercanía genuina se vuelve un acto revolucionario. Y Eneyda, desde la presidencia del Sistema DIF Sinaloa, ha demostrado que la transformación real nace cuando se pone el corazón al centro de la gestión pública.
Su trabajo no necesita pancartas. No grita, no presume, no exige reconocimientos. Su impacto se mide en los ojos brillantes de una niña que aprende a sembrar en un huerto escolar, en el alivio de una madre que recibe atención médica digna para su hijo, en la esperanza que germina en comunidades donde antes solo había abandono. Es una política que florece, no desde el poder, sino desde la empatía.
Filósofos como Emmanuel Lévinas hablaron de la ética como la responsabilidad con el rostro del otro. Eneyda ha hecho de esa filosofía una praxis cotidiana. Su labor no es una estrategia, es un compromiso. Ha entendido algo esencial: que cada programa, cada decisión, no es un trámite burocrático, sino una oportunidad para dignificar vidas. Esa comprensión es rara en la política, pero es precisamente lo que la hace valiosa y transformadora.
Muchos se preguntan cómo cambiar el rumbo de una sociedad golpeada por la desigualdad, la violencia o la indiferencia. La respuesta no está en fórmulas complejas, sino en actos simples y constantes. Sembrar valores. Escuchar. Invertir en educación. Fortalecer la salud. Apostar por la niñez. Todo eso no se hace con discursos, se hace con voluntad, con presencia, con acciones. Y eso es lo que Eneyda ha puesto sobre la mesa: una visión de política social que no se agota en lo inmediato, sino que siembra futuro.
La historia suele recordar a quienes alzaron la voz, pero también debe aprender a reconocer a quienes eligieron construir en silencio. A esas personas que no quieren dejar huella para ser admiradas, sino para que otros puedan caminar mejor. En esa categoría se encuentra Eneyda Rocha.
En cada gesto suyo se lee una convicción profunda: que la política debe ser un puente, no un muro. Que servir es un privilegio, no un pedestal. Y que las generaciones del mañana solo tendrán un mejor destino si hoy sembramos con responsabilidad, ternura y visión.
GOTITAS DE AGUA:
Porque aquí no importa a qué ideología pertenezcas. Porque sí, todavía es posible creer en la política como un instrumento de transformación. Todavía es posible mirar la gestión pública con esperanza, cuando está en manos de personas que, como Eneyda, eligen cambiar la vida de otros sin pedir nada a cambio. El verdadero liderazgo, al final, no necesita aplausos. Solo necesita frutos. Y los de ella, ya están creciendo. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos Mañana”…
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