Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

Mientras Elota se desangra, su alcalde se toma selfies con la Torre Eiffel…

Por más absurdo que suene, no es un cuento kafkiano ni una sátira de Ionesco: es Sinaloa, es Elota, es México. Mientras el municipio enfrenta una de las etapas más oscuras de violencia, con el crimen organizado sembrando miedo y miseria, su alcalde decide asistir a un foro de alcaldes en París. Sí, París. La ciudad de las luces. La misma donde se debaten ideales cosmopolitas mientras en Elota se apagan vidas.

Richard Millán, presidente municipal de Elota, presume su travesía europea como si el solo hecho de posar ante la Torre Eiffel le otorgara validez a su gestión. “Elota presente”, escribió. La pregunta inevitable es: ¿presente dónde? Porque en las calles del municipio no se le ve, en los barrios vulnerables no se le escucha, en la estrategia de seguridad no se le siente. El alcalde está presente donde menos se le necesita y ausente donde más se le exige.

El gobernador Rubén Rocha Moya calificó la decisión como “poco afortunada”. Qué suave forma de disfrazar la irresponsabilidad. Qué eufemismo más tímido para un acto que raya en lo inmoral. Porque, aunque exista una invitación internacional, el deber de un servidor público es —en su raíz más ética— estar al servicio de su comunidad, y no de su propio ego diplomático.

Este no es solo un error político: es una traición moral. Es una muestra descarnada de cómo algunos funcionarios entienden el poder: no como una carga ética, sino como una pasarela. ¿Qué se intercambia en un foro internacional cuando no se ha sido capaz de intercambiar palabras con las madres que han perdido a sus hijos por la violencia? ¿Qué se promueve de la cultura local si ni siquiera se ha protegido la vida que da origen a esa cultura?

La política mexicana se ha vuelto experta en producir simulacros. Se fingen gestos institucionales mientras se abandonan las trincheras reales. La política exterior de un municipio en llamas es una broma cruel. París puede esperar. La sangre de los sinaloenses, no.

Hay momentos en la historia donde se revela la verdad de los liderazgos. Este fue uno de ellos. Y el alcalde de Elota lo desaprovechó de forma imperdonable.

Desde los antiguos griegos, se sabe que gobernar es estar presente. Solón, Pericles, incluso Platón en su idealismo ingenuo, entendían que el buen gobernante no es quien viaja más lejos, sino quien se queda en la tierra donde más duele. Gobernar es abrazar la tragedia local, no huir de ella en vuelos internacionales de representación vacía.

GOTITAS DE AGUA:

Señor Millán, su deber no está en París. Está en cada madre de Elota que teme por sus hijos. Está en cada joven reclutado por el crimen porque no hay oportunidades. Está en cada calle sin luz, en cada familia rota. Lo demás es turismo político. Y eso, ni se olvida… ni se perdona. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el lunes”…

Comentarios

Comentarios