Por. – Benjamín Bojórquez Olea.
Sinaloa se juega el alma…
En la política, como en la vida, el error más común es ver el mundo en blanco y negro: o todo está mal, o todo está bien. Este reduccionismo es uno de los peores enemigos del progreso. En Sinaloa, donde los desafíos son enormes —la violencia, la desigualdad, la corrupción— también existen señales que invitan a pensar el futuro desde otro lugar: el de la posibilidad. No del optimismo ingenuo, sino del compromiso inteligente.
El reciente anuncio del gobernador Rubén Rocha Moya en la Mañanera de ayer, sobre la incorporación de Sinaloa al Plan México que impulsa la presidenta Claudia Sheinbaum, abre un horizonte que merece ser analizado más allá de filias o fobias políticas. Topolobampo como Polo de Desarrollo es más que una apuesta económica; es una oportunidad de reconfigurar la relación entre Sinaloa y el país, y entre Sinaloa y su gente. Este mensaje busca erradicar venganzas y fobias políticas. Es un claro mensaje de unidad generalizada.
¿Se puede confiar en el gobierno? ¿Se debe apoyar a un proyecto de desarrollo cuando aún coexiste con fallas estructurales como la inseguridad? La respuesta, aunque incómoda, es sí. Pero con condiciones. Apoyar lo que construye, sin dejar de señalar lo que destruye. Reconocer lo que se hace bien, sin dejar de denunciar lo que se hace mal. Este equilibrio es madurez política, no condescendencia.
La verdadera disyuntiva no es Rocha sí o Rocha no. La verdadera pregunta es: ¿cómo contribuimos —desde nuestra trinchera, nuestra crítica o nuestra propuesta— a que a Sinaloa le vaya bien? Porque desear que fracase el que gobierna, con tal de que uno regrese al poder, es una forma de traicionar al pueblo. Pero aplaudir ciegamente, es otra forma de traición.
La crítica es necesaria, pero debe ser responsable. Una crítica sin propuesta es ruido. Una propuesta sin compromiso, es demagogia. La grandeza de una sociedad se mide no sólo por su capacidad de señalar, sino por su voluntad de sumar. Porque el desarrollo no se decreta desde el poder, se construye desde la corresponsabilidad.
Sí, hay errores. Sí, hay pendientes. Pero también hay ventanas abiertas. Sí Sinaloa logra convertirse en un nodo estratégico del país, si se atienden los pueblos originarios, si se dignifica el Valle de El Fuerte y de todo Sinaloa, entonces no sólo se construye infraestructura: se reconstruye el tejido social.
El reto es doble: no callar ante lo que está mal, pero tampoco negar lo que está bien. Porque si algo necesita este estado, es que sus ciudadanos dejen de pensar en cómo derribar al otro, y empiecen a imaginar cómo levantar algo juntos.
GOTITAS DE AGUA:
Al final, el verdadero patriotismo sinaloense no consiste en defender colores, ni en idolatrar personas. Consiste en entender que cuando a Sinaloa le va bien, ganamos todos. Y que, quizás, el futuro comienza cuando dejemos de pensar en quién se lleva el mérito… y empecemos a pensar en cómo se reparte el beneficio. Estamos a tiempo. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos el lunes”…
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