Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

El PRI-Sinaloa: cadáver que todavía presume disciplina militar…

El PRI-Sinaloa ya no es partido político, es un cadáver maquillado que insiste en posar para la foto. Su dirigencia, en lugar de buscar un desfibrilador que reactive el pulso, prefiere cavar la tumba con entusiasmo. No es un harakiri honorable, es un ridículo suicidio colectivo, ejecutado con la torpeza de un grupo de aficionados a la ruleta rusa que, además, cargan las balas.

Ahí aparece José Luis Arreola, ese “priista más priista” que incomoda porque todavía se atreve a decir la verdad. Y ya sabemos que en el PRI la verdad duele más que la derrota. Su pecado: señalar lo evidente. Que Mario Zamora sigue sin prender ni con gasolina, y que Paloma Sánchez, aunque camine, todavía no logra calar en el imaginario colectivo. Eso no es traición, es diagnóstico. Pero claro, en el PRI prefieren tapar el sol con un dedo y cortarle la mano a quien lo señale. Los líderes del tricolor sí pueden criticar y señalar los errores del gobierno, pero no aceptan la crítica interna. No, pues que chulada de criaturas.

Entonces llegan César Emiliano y Liliana Cárdenas, dos luminarias de la mediocridad, y deciden que lo mejor para el partido es deshacerse de Arreola. Como si expulsar a los pocos que aún creen en el tricolor fuera la ruta mágica para devolverle la vida. Lo que logran, en realidad, es darle otro empujón al PRI hacia el abismo, pateando al enfermo terminal en lugar de darle agua.

El espectáculo raya en lo grotesco. El PRI presume disciplina, pero hoy parece una cantina de madrugada donde los borrachos se agarran entre sí por las sobras. No hay estrategia, no hay visión, no hay inteligencia. Solo soberbia disfrazada de liderazgo y egos baratos que incendian lo poco que queda. Si de algo muere el PRI, no será por traición ajena, sino por autodestrucción.

Porque la verdad es sencilla: José Luis Arreola representa lo último de la resistencia interna en Mazatlán. Lo último. Sacarlo sería como apagar el ventilador al moribundo en plena ola de calor. César Emiliano Liliana no están tomando una “decisión política”; están firmando un certificado de defunción. Y lo hacen con la sonrisa de quien confunde el veneno con la medicina.

El PRI en Mazatlán ya no está en terapia intensiva. Está en el pasillo rumbo a la morgue. Y si deciden expulsar por ser autocrítico a Arreola, no habrá resurrección posible. Solo quedará el eco triste de lo que alguna vez fue el partido todopoderoso, convertido hoy en caricatura de sí mismo.

Seamos claros: el PRI ya no necesita enemigos. Se mata solo, se acuchilla solo, se entierra solo. Y lo hace con la torpeza de quien confunde la daga con la pluma. Su epitafio ya está escrito: “Aquí yace el PRI, muerto no por la adversidad, sino por su infinita estupidez”.

GOTITAS DE AGUA:

El PRI-Mazatlán está a centímetros de su final. Y si cruzan esa línea, no habrá epitafio que lo salve de la burla histórica. La historia, queridos priístas, no perdona la idiotez. Y lo que están a punto de hacer no es estrategia: es el suicidio más vulgar y patético de su vida. Y dejen que el cadáver repose en paz. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…

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