Nos robaron la marcha → convirtieron el dolor en votos…
Por. – Benjamín Bojórquez Olea.
Lo que ocurrió en Culiacán no fue una marcha, fue un secuestro de la voz ciudadana. La dignidad de un pueblo herido por la inseguridad fue arrebatada y convertida en un espectáculo barato por políticos y empresarios que, disfrazados de indignación, utilizaron el dolor social como botín. Ayer, lo que debió ser un grito de unidad y resistencia se redujo a propaganda, a fotos calculadas y a consignas prefabricadas que enterraron la autenticidad de la gente.
Duele reconocerlo: los que dicen estar del lado del pueblo no marcharon por empatía, marcharon por ambición. No escucharon a las madres que duermen con miedo, ni a los jóvenes que dudan del futuro de la tierra que los vio nacer; escucharon únicamente el eco de sus intereses. La causa ciudadana quedó reducida y contaminada, y con ella, se rompió algo más grave: la confianza.
La indignación no radica solo en la infiltración de intereses, sino en el descaro. Hubo quienes organizaron la logística como si se tratara de un desfile, rentando lonas y pagando consignas, mientras la herida social se utilizaba de escenario. Y ahí la pregunta es inevitable: ¿Hasta cuándo vamos a permitir que nos arrebaten nuestras luchas? ¿Por qué seguimos aceptando que nuestras calles se conviertan en pasarelas políticas en lugar de trincheras ciudadanas?
Ayer la marcha perdió lo más valioso: su legitimidad. Pero no debe perderse la memoria. Sinaloa necesita un espacio limpio, genuino y transparente para exigir seguridad y justicia, sin manoseos de quienes lucran con el sufrimiento ajeno. Porque cuando el grito ciudadano se apaga, lo que avanza no es la esperanza ni la paz, sino el cinismo político que convierte la tragedia en votos.
Además, resulta insultante escuchar a líderes del ramo automotriz, por ejemplo, quejarse de que sus ventas cayeron un 50%, derivado a la violencia que azota a Sinaloa, como si la tragedia económica les hubiera caído del cielo. No. Ese desplome es la factura de décadas de complicidad, de callar mientras el dinero fácil circulaba sin pudor, de mirar hacia otro lado mientras la inseguridad, la corrupción y el miedo corroían los cimientos de la sociedad.
Hoy levantan la voz, marchan, exigen rescate. Pero, ¿por qué callaron antes? Cuando sus negocios prosperaron bajo la sombra de un sistema podrido, prefirieron la comodidad del silencio antes que la responsabilidad social. No es el pequeño emprendedor quien merece el señalamiento, sino los grandes que con su doble moral alimentaron la podredumbre de la que ahora intentan desmarcarse.
La caída en ventas no es solo un dato económico: es un reflejo ético. Lo que se desplomó no son únicamente los números, sino la confianza social. Porque cuando se normaliza lo inaceptable y se protege la ganancia inmediata sobre la dignidad colectiva, tarde o temprano la realidad cobra factura. Y esa factura, aunque hoy la pague el sector automotriz y el ramo empresarial, es el espejo de una sociedad entera que aprendió a convivir con la hipocresía.
GOTITAS DE AGUA:
Lo ocurrido en Culiacán no fue una marcha ciudadana, fue el secuestro de una voz colectiva convertida en espectáculo político. Una herida que, en lugar de convertirse en unidad, se transformó en escenario de intereses ajenos.
Y es que cuando la voz ciudadana se apaga, lo que avanza no es la esperanza, sino el cinismo político que se alimenta del dolor.
Lo más triste es confirmar lo que advertí el viernes: la marcha no fue del pueblo, fue de los partidos. Duele escribirlo y, sobre todo, aceptar que así fue, porque detrás de esa certeza no hay satisfacción de tener razón, sino el vacío de comprobar que incluso el dolor más auténtico puede ser arrebatado, manipulado y reducido a simple propaganda.
La gran lección es clara: mientras el sufrimiento se utilice como escenario y la dignidad se subaste al mejor postor, estaremos condenados a repetir nuestra tragedia. Y lo que perdemos no son solo marchas, sino la fe en que algún día podamos gritar con voz propia, sin que nadie intente robarnos el eco de nuestro dolor. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…
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