Judas también vota…

Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

En tiempos donde la verdad se prostituye entre discursos huecos y moralinas de ocasión, la derecha mexicana —particularmente en Sinaloa— ha encontrado en el odio su más rentable activo político. No es una novedad: la historia está plagada de élites que, incapaces de reinventarse, optaron por degradar el dolor ajeno y revestirlo de causa social. Sin embargo, lo que hoy presenciamos ya no es mera disputa ideológica, sino una sofisticada manipulación emocional que busca reavivar las brasas del rencor bajo el disfraz de la “crítica constructiva”.

Desafiar al odio con más odio es el acto más primitivo de la política. Pero eso es precisamente lo que la oposición ha decidido hacer: explotar el sufrimiento colectivo como moneda de cambio, bajo el cálculo de que el país dolido es el terreno más fértil para cosechar votos. En ese ejercicio de necropolítica discursiva —donde se gobierna desde la herida y no desde la esperanza— los partidos de derecha terminan generando lo que dicen combatir: más división, más miedo, más vacío moral.

En Sinaloa, el fenómeno ha alcanzado proporciones alarmantes. Cada tragedia cotidiana, cada acto de violencia, cada dolor ciudadano se convierte instantáneamente en materia prima para el desprestigio político. No buscan soluciones: buscan escenarios. No acompañan el duelo: lo administran. Y en esa maquinaria retórica, han confundido el concepto de libertad de expresión con el libertinaje del insulto, creyendo que gritar más fuerte equivale a tener razón.

El verdadero dilema de nuestro tiempo no es entre izquierda o derecha, sino entre ética y oportunismo. Entre quienes entienden que gobernar implica reconciliar y quienes se alimentan de la fractura. Porque la oposición contemporánea, al igual que una serpiente que cambia de piel pero no de veneno, ha aprendido a camuflar su antiguo autoritarismo bajo un barniz democrático. Hablan de libertad, pero temen la pluralidad; invocan la justicia, pero se niegan a mirarse en el espejo del pasado.

Regular el discurso de odio no significa censurar ideas: significa impedir que el lenguaje se convierta en un arma de destrucción política. La retórica extremista, amplificada por el eco digital, tiene hoy la capacidad de incendiar una nación en segundos. No es exageración; es advertencia. El odio no se combate con silencio ni con censura, sino con inteligencia moral, con la convicción de que el progreso social no puede construirse sobre cadáveres simbólicos ni sobre el rencor.

Y la derecha, en su prisa por regresar a los privilegios perdidos, se han convertido en una suerte de hermandad política del cinismo, una “Orden de Judas” que traiciona al pueblo cada vez que finge defenderlo.

La verdadera amenaza para la democracia no está en el disenso, sino en la manipulación del disenso. Cuando la oposición se convierte en un espectáculo de dolor ajeno, deja de ser alternativa y se transforma en espejo invertido del autoritarismo que dice combatir. En ese punto, ya no hay debate: hay decadencia.

GOTITAS DE AGUA:

El reto, entonces, es resistir la tentación del odio. Entender que la libertad no puede ser pretexto para la crueldad, ni la crítica para la venganza. La sociedad inteligente —la que razona y no reacciona— sabrá distinguir entre la voz que busca construir y el eco que solo sabe destruir. Porque la historia, inevitablemente, termina otorgando la razón no a quien más grita, sino a quien más comprende. Y comprender, hoy, es un acto de resistencia.

Porque pudiera afirmar, sin temor a exagerar, que la oposición en Sinaloa y en gran parte del país sueña con que la inseguridad no termine, pues el miedo colectivo se ha convertido en su último bastión de poder. Si la violencia cesara, si la sociedad encontrara estabilidad y esperanza, ¿qué narrativa les quedaría? ¿Qué bandera podrían levantar quienes han hecho del caos su plataforma y del dolor su discurso? La tragedia les sirve de micrófono, la incertidumbre de escenario y el sufrimiento del pueblo de combustible político. Por eso, cuando hablan de justicia, en realidad temen la paz: porque la paz los dejaría sin causa, sin eco y sin pretexto. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…

Mi columna disponible en los siguientes portales:

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Síntesis de Prensa del Doctor Héctor Muñoz: http://www.sintesisdeprensadrhectormunoz.com/newpreview.php?id=647&tipo=3

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Primero Editores: https://primeroeditores.com.mx/opinion/sobre-el-camino-210/

Yo Digo Yo Pregunto: https://yodigoyopregunto.com/2025/03/25/sobre-el-camino-37/

Tamayo Informa: https://tamayoinforma.com/2025/01/09/sobre-el-camino-2/

Revista POLITEIA: https://revistapoliteia.com

Voces Nacionales (Alvaro Aragón Ayala): https://vocesnacionales.com/2025/01/17/culiacan-ya-no-es-lo-que-fue/

OV El Analista: https://ovelanalista.com/columna-sobre-el-camino/

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