Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

El sepulcro de la esperanza docente de la UADEO…

En la Universidad Autónoma de Occidente se está escribiendo una de las páginas más tristes de su historia reciente. Lo que debió ser una oportunidad para dignificar a sus maestros terminó convertido en un retrato cruel de lo que ocurre cuando la justicia se somete al capricho y la docencia se vuelve moneda de cambio. Hoy, en la UAdeO, reina la decepción, la impotencia y una tristeza que cala hasta los huesos.

Los docentes esperaron durante años una esperanza mínima: que su esfuerzo, sus títulos, su constancia y sus décadas de servicio fueran finalmente reconocidos. Pero lo que recibieron a cambio fue una burla disfrazada de convocatoria. Tres procesos, tres promesas vacías, tres golpes directos al corazón del profesorado.

La primera convocatoria, supuestamente para “reordenar” la planta académica, se convirtió en el vehículo perfecto para beneficiar a los de siempre. Con el argumento de una observación de la Auditoría Superior, se concedieron nombramientos de medio tiempo o tiempo completo a personal administrativo, bajo el falso discurso de “regularización”. Pero la trampa fue evidente: muchos de ellos no dejaron su escritorio, siguen siendo administrativos… solo que ahora cobran como docentes. Y mientras tanto, maestros con más de 20 años en el aula siguen esperando el reconocimiento que jamás llega. El mensaje es brutal: no importa cuánto enseñes, importa a quién sirvas.

La segunda convocatoria, la de recategorización, fue una burla al mérito académico. Docentes con trayectoria impecable, formados a pulso, con posgrados, publicaciones y evaluaciones sobresalientes, fueron rebajados o ignorados bajo justificaciones absurdas. Algunos, incluso, fueron degradados. Otros, sencillamente borrados del mapa. Todo mientras los “cercanos al poder” ascendían con rapidez pasmosa hasta las máximas categorías. La UAdeO se convirtió en una maquinaria de simulación: donde los méritos no valen y la lealtad política lo es todo.

Y la tercera convocatoria, la de nuevas bases, fue el tiro de gracia. Más del 60% de los solicitantes fueron rechazados con el argumento de no cumplir con un criterio burocrático: haber trabajado “ininterrumpidamente” diez semestres. Una mentira institucional que insulta la inteligencia y la memoria de quienes llevan más de una década enseñando sin contrato estable, cobrando solo los días frente a grupo, soportando tres meses sin sueldo cada año, y aun así, regresando al aula con una sonrisa fingida para no contagiar su desesperanza a los alumnos.

¿Y la rectoría? Calla. Se escuda en tecnicismos, se lava las manos entre departamentos, se refugia en el silencio burocrático mientras los maestros se hunden en la desesperación. Porque cuando un docente pide explicaciones, nadie responde. El Jurídico culpa a Recursos Humanos, Recursos Humanos culpa a la Comisión Dictaminadora, y todos miran hacia otro lado.

El daño no es solo laboral. Es moral. Es espiritual. Porque cuando a un maestro se le arrebata la esperanza, se destruye mucho más que una carrera: se apaga la llama del conocimiento, se marchita la vocación y se erosiona el alma de la universidad.

La UAdeO está perdiendo a sus mejores soldados. A esos que han sostenido la educación con amor, sacrificio y convicción. Los que formaron generaciones sin pedir aplausos, solo respeto. Hoy esos mismos maestros sienten que han sido traicionados por la institución que juraron amar.

Y lo más cruel de todo es que la universidad exige exclusividad, cuando ni siquiera ofrece dignidad. Pretende que el maestro viva solo de su salario, sabiendo que el salario no alcanza para sobrevivir. ¿De qué exclusividad hablan si la docencia en la UAdeO se paga con hambre, con ansiedad y con la humillación de tener que rogar lo que por derecho corresponde?

Esta no es una crisis administrativa. Es una crisis ética. La rectoría debe entender que una universidad sin justicia laboral, sin respeto al mérito, sin humanidad, no educa: adoctrina. No inspira: desgasta. No forma ciudadanos: fabrica resignados.

GOTITAS DE AGUA:

Hoy, la UAdeO necesita un acto de redención. No hacía las cifras, ni hacia las auditorías, sino hacia sus maestros. Porque sin ellos, sin su entrega silenciosa y su fe en la educación, la universidad no tiene alma. Y una universidad sin alma… es solo un edificio con oficinas donde la justicia académica murió en silencio. Y muy en ello, el día de ayer amaneció un comunicado del líder del sindicato de la (UADEO) Raúl Portillo Molina con un comunicado en contra del rector y de los compañeros que lo demandaron por el famoso robo, pero lo que realmente debe defender no lo hace. Pero esto da para mucho más. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…                                                                                                                                                                                  

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