Por. – Benjamín Bojórquez Olea.

Los últimos suspiros de la oposición…

En Sinaloa, la próxima elección no se perfila como una contienda entre proyectos, sino como una batalla entre el poder y la nada. La 4T tiene el control, la narrativa y el pulso del pueblo. La oposición, en cambio, apenas conserva el aliento. Sin liderazgo, sin rumbo y sin dignidad política, ha quedado reducida a un eco lejano del pasado. 

Alejandro “Alito” Moreno, con su estrategia de autodestrucción, terminó de fracturar lo poco que quedaba del bloque opositor. Convirtió las siglas del PRI, PAN y PRD en fósiles políticos que solo sirven para recordar cómo era la política antes de que el ciudadano despertara. Les inoculó el virus de la división, y hoy los vemos extraviados entre la nostalgia y la desesperación.

El tiempo corre, y la realidad es brutal: no existe en Sinaloa un solo líder opositor con peso, carisma o conexión popular. Lo que hay son personajes reciclados, disfrazados de “ciudadanos”, que intentan vender frescura con la misma agua turbia de siempre. Hablan de cambio, pero arrastran las mañas de los mismos de siempre.

Mientras los cargos públicos se reparten entre los de antes, los partidos de oposición siguen jugando a las sillas musicales, rotando nombres pero no ideas, intercambiando puestos pero no principios. Se visten de renovación, pero huelen a moho político.

La derecha sinaloense no enfrenta una simple crisis de imagen: enfrenta una crisis de existencia. No tiene identidad, ni proyecto, ni propósito. Y lo más grave: no tiene un rostro que despierte esperanza. Si no surge pronto un liderazgo que conecte con la gente desde la autenticidad, el 2027 será otra crónica de una derrota anunciada.

El pueblo ya no compra discursos vacíos ni “alianzas de papel”. Las causas se construyen con credibilidad, no con conveniencia. Pero la oposición parece no entenderlo: sigue aferrada a las plurinominales, a los privilegios, a las cuotas de poder, a esa eterna propina legislativa que les ha permitido sobrevivir sin ganarse el voto popular.

Si esas pluris desaparecen, desaparecerán también los políticos parásitos que han vivido años del erario sin rendir cuentas. Y tal vez ese sea el golpe necesario para limpiar el tablero.

Porque seamos claros: no se puede derrocar al oficialismo con los mismos rostros que lo alimentaron. No se combate la hegemonía con nostalgia, ni se gana el respeto del pueblo con discursos reciclados.

GOTITAS DE AGUA:

La oposición sinaloense debería dejar de buscar culpables y mirarse al espejo. Allí encontraría la razón de su propia ruina. Y si no cambia su ADN político pronto, ni con alianza, ni con rezos, ni con milagros evitarán su destino: perder hasta el registro y quedar sepultados en la historia como lo que fueron: un cadáver político que aún respiraba por inercia. “Si cierran la puerta, apaguen la luz”. “Nos vemos mañana”…                                                                                                                                       

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