Por Socorro Valdés.

Una muerte, que da para reflexionar. La pregunta siempre ha sido, ¿fue valiente o cobarde? Y nadie sabe responder qué lleva a atentar contra tu propia vida. El caso de la jovencita del ITAM, no es aislado. Aunque la madre aclaró, que no fue suicidio.

Su cuerpo no resistió, después de que un profesor la humillara. Eso aún es más grave… No es sólo la exigencia escolar, no es buscar la excelencia ni únicamente un método más de memorización. Habría que buscar la responsabilidad de un maestro en los actos de los alumnos. Es ver qué pasa en el alumnado y con los profesores. Dejar de lado esa situación. Solo aclarar, que no fue suicidio, -aunque hay una muerte-, es simplista y muy deshumanizado.

Es más de fondo, es saber qué pasa a nuestros jóvenes, a los adolescentes- y preocuparnos por qué nadie atiende su salud, y menos la mental-, sobre todo en cuestiones depresivas. Y por qué un profesor presiona al grado de desestabilizar mentalmente a sus alumnos. Ni la familia ni los maestros ni ¡Nadie! Se ocupa en saber por qué atraviesan.

Se hace de lado atender la salud mental de la población en general. No hay programas efectivos ni acciones concretas para emprender campañas que atiendan trastornos mentales. Tan de lado se ha dejado, aunque grave, que las cifras más recientes sobre suicidios en el país, es de hace ¡Tres años!, según INEGI. Y peor aún, la OMS, confirma que es la segunda causa principal de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años.

Sin embargo, aún se cree que acudir al psicólogo o psiquiatra es cosa de locos, pero ¿quién no ha tenido crisis existencial, depresiva; quién no ha pasado por periodos donde la vida no significa nada y en qué mente no ha pasado la idea de la muerte? El problema del suicidio es más de fondo y las depresiones también. Es más de estudio y análisis. Es de ¡Acciones! Hay estados donde el suicidio es grave problema y nadie ve.

Los jóvenes atraviesan por periodos preocupantes de tristeza o depresión. Chihuahua y Yucatán enfrentan un situación preocupante, 11 casos por cada 100 mil habitantes; Puebla, Estado de México y Oaxaca, son los de menores casos, con tres y dos. La Ciudad de México, registra cuatro casos por cada 100 mil habitantes. Y la realidad es que a nivel familiar aún avergüenza ese tipo de muertes -debería preocupar- y dejan de lado, sin que preocupe, una depresión.

Las autoridades de salud dan poca importancia a quien se quita la vida o a quienes pasan por periodos de melancolía. Esa situación va muy de la mano con las adicciones. Hay incremento en adolescentes, incluso niños y jóvenes, al alcohol y drogas. También cada vez más mujeres son adictas y ¿qué hacen las autoridades de salud? Han abandonado ambos temas -salud mental y adicciones-, ambas son el complemento para que alguien se quite la vida.

No se atienden el por qué cada vez más mujeres consumen alcohol. Todo se circunscribe a una respuesta simplista: “quieren igualarse al hombre; hay más libertinaje”, y ¡No! Muchas son adictas por presiones cotidianas y las drogas, así como el alcohol, son ¡Fugas! momentáneas, pero ¡Fugas! A una realidad que no se atiende: ¡La salud mental!

El caso del ITAM debiera ser una alerta, pero no vemos otros, y no vemos a diario lo que pasa. Y sobre todo en casos no conocidos o en un colegio o escuela de alguna región lejana del país. Debería preocuparnos lo que se revela con la jovencita del ITAM, pero también los otros, las cifras ocultas, las cifras “negras”, aquellas que enlutaron a una familia y enfrentan su dolor solos; sin tratamiento por esa pérdida.

Esos casos que son noticia regional urge atenderlos, junto con las adicciones y la salud mental. Hay odios exacerbados; hay intolerancia; hay desquiciamiento; estrés, tristeza permanente que muchos la solucionan con alcohol, y en otros casos, consumo de drogas, y lo más severo, ¡con la muerte.

No es abatir solo a quienes distribuyen estupefacientes, es elaborar programas intensivos de salud mental. Atender trastornos, por simples que sean, -miedos, tristeza, depresión, enojos, celos, estrés, timidez, inseguridad, obesidad, anorexia-. Es incluir atención sicológica una vez al mes. Es, que centros escolares y maestros estén preparados para advertir cualquier cambio o trastorno en la conducta del alumno, desde nivel preescolar, para detectar y sobre todo en el paso de la adolescencia a la juventud, el riesgo de suicidio o adicción.

Es ahí, precisamente donde los jóvenes comienzan a sentirse presionados. A poner en evidencia cambios, que si no se atienden a tiempo y profesionalmente, llevan al ¡Suicidio! O la muerte intempestiva. Es invertir en ¡Salud mental! Es movilizar interinstitucionalmente para atención sicológica. Es tener un certificado que avale salud mental o alerte sobre riesgos en los jóvenes.

Un documento, no de trámite, como está convertido el -Certificado Médico-. Documento/negocio de galenos o farmacias para expedirlo, muchas veces sin evaluación real del estado médico del alumno. Esa muerte, o un suicidio debería llevar a reflexionar a investigadores, sicólogos y asociaciones que ven la salud mental, para lanzar una campaña intensiva que atienda los trastornos de una sociedad cada vez más estresada e intolerante.

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