María Elena Maldonado
Entre las tristes noticias que todos los días aparecen en la página principal de la mayoría de los periódicos y son prólogo de los noticieros en el radio y la televisión sobre las pésimas y destructivas acciones de López Obrador. Este pasado lunes 11 me encontré con una que atenta contra la educación, la cultura, el buen gusto y la conciencia. El hoy director del Fondo de Cultura Económica que se había distinguido con personas de impecable trayectoria y muy mexicanos, es un extranjero impresentable.
Se tuvo que modificar la ley para darle el nombramiento y cuando define lo que sucede, sus palabras son el reflejo de lo que le importa nuestro país y nuestras leyes: “Se las metimos doblada”, “Los vamos a chingar”, ustedes disculparán los términos pero son los que usa Taibo II para expresar lo que es y pretende hacernos. Así la cultura en la cuarta.
En un país que grita por educación, en el que ya estábamos mal y cuando apenas empezábamos a enderezarla al poner una evaluación pertinente a los docentes, llegaron estos retrogradas a acabar con lo poco que habíamos logrado, en ese rubro y en todos los demás, no ha dejado cabeza sana. Los maestros, libros, el material escolar, su calidad, los tiempos han disminuido notablemente.
Leo la columna de Andres Oppenheimer -Periodista del Miami Herald; Ganador del Premio Pulitzer y autor de varios libros- dice que el peor problema de America Latina comienza en la falta de una conciencia ciudadana sobre la importancia de tener buenos sistemas educativos. El sondeo de Latinobarómetro, una firma regional de encuestas con sede en Chile, muestra que la educación ocupa el último lugar entre las preocupaciones de la mayoría de los latinoamericanos, muy por debajo de la economía, la política y la corrupción.
Según esta encuesta el problema es que la gente no le da importancia a este rubro. Sólo el 4 por ciento de los latinoamericanos cita la educación entre los mayores problemas de su país, según la encuesta de casi 20 mil personas en 18 países de la zona. En México, Colombia, Ecuador y Venezuela, sólo el 2 por ciento de la gente citó la educación como un problema nacional importante. Peor cuando México ha abandonado recientemente la prueba PISA en las que se evalúan los conocimientos y habilidades esenciales que todo joven de 15 años necesita poseer.
“La última evaluación se realizó en 2018 y la siguiente estaba programada para 2021, pero por la pandemia por Covid-19 se pospuso para 2022, con aplicación de pruebas de campo en 2021. Según las oficinas centrales, de los 87 países que aplican la prueba México fue el único que ha suspendido su participación” Tambien se dejó de aplicar la prueba ERCE de la Unesco a estudiantes de tercero y sexto de primaria. En caso de que se anuncie la salida definitiva del país del programa PISA, solo quedará Planea, evaluación practicada por la Secretaría de Educación Pública que solo sirve a la ignorancia.
“En 2019, la actual administración desapareció el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa, un organismo autónomo, creado por decreto oficial en el 2002 durante el gobierno de Vicente Fox, con el objetivo de ofrecer a las autoridades herramientas idóneas para evaluar los diferentes elementos que integran los sistemas educativos.
La cuarta creó Mejoredu que depende de la Secretaría de Educación Pública” y que a la fecha las autoridades de esa dependencia no han dicho nada sobre las evaluaciones de PISA. Como es su costumbre, López argumento que “La desaparición del Instituto de Evaluación Educativa se realizó por ser una imposición, dictada desde el extranjero, aceptada dócilmente por los gobiernos de México, afanosos, aceptaron evaluar a los maestros”. Miente, pero aunque así hubiera sido, las ideas de excelencia se toman para mejorar. Evaluar es requisito para conocer tus logros, tus errores y perfeccionarlos.
La cuarta ha optado por la negación total de la crisis educativa, una receta para perpetuar la pobreza, ahora que el desarrollo mental se cotiza por encima de la mano de obra, que se requiere cada vez menos, al igual que el petróleo. “Para medir la importancia de la educación tenemos que crear una cultura familiar de obsesión por la educación” y yo añadiría que tendríamos entre todos hacer una obsesiva campaña para concientizar a todos sobre la enorme importancia de la educación.
Cuando veo mis calles, mis monumentos y paredes grafiteadas, ventanas rotas, vandalizadas, llantas, autos, transportes quemados; hordas de encapuchados que además se ha demostrado son pagados, robando en las casetas, parando carreteras, invadiendo vías ferroviarias, instruyendo niños en el manejo de armas, linchando personas, creo que la educación podría mejorar estas conductas.
No sé si actualmente se imparta la materia de civismo, si en ella se enseñara a los niños que estamos en el mundo y es nuestra casa, también nuestra ciudad y lo que en ellos hay es para nuestro disfrute y responsabilidad. Supongo que los vándalos que destruyen piensa que le hacen daño al gobierno que no responde a sus “justas peticiones”, obvio no piensan que están dañando su propio patrimonio, que lo que se pueda arreglar y reponer será con el dinero de los contribuyentes, recursos con el que se podría hacer algo positivo.
Cuando incendian, detienen las vías de comunicación, están dañando además del ecosistema del que respiran y se alimentan, la economía del país. Lo que contribuye a deteriorar la calidad de vida de todos. Se echa a perder la mercancía perecedera, se detiene la fabricación de productos, se desabastecen los servicios, dañan toda la cadena productiva y por ende la económica. Hacerlos comprender que sus acciones no afectan a quien van dirigidas y si a miles, a veces millones de personas, incluidos ellos mismos y sus familias ayudaría a cambiar su perpectiva.
No sé quién acuño el término “obsesión por la educación” me parece adecuado para definir esa prioridad que debemos darle a la enseñanza-aprendizaje. En México uno de los grande problemas está en las escuelas públicas y partiendo de las Normales en donde los maestros de nuestros niños aprenden más de huelgas, paros, cierres de carreteras, vandalismo, secuestro de transportes y lo que se ofrezca para vivir protestando por las ciertas o inciertas ineficiencias de pagos y prestaciones de un “régimen” que hace todo menos gobernar. Invertir y comprometerse con la educación de calidad, es en definitiva hacer del mundo un mejor lugar.
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