Por Socorro Valdez Guerrero

Quiero compartir con ustedes lo que disfruté el fin semana que me llevó a recordar los valores en familia y en la política.
Lo importante de los principios ante la ambición y el poder.
Fue ese olor que me remontó a días fríos en mi niñez en la casa materna: ¡Cebolla! Recién cortada y masa para atole.
Llegamos a un hogar sencillo, cálido, que mezcló olores con remembranza ideológica, nombres y personajes.
Venía a la platica y a la mente del anfitrión, “El Búho”-Eduardo Valle-, periodista, líder del 68, escritor, diputado y egresado de la UNAM, que enfrentó al narcotráfico.
El primero en dar a conocer la presencia del Cartel del Golfo y en calificar, hace casi 30 años, al gobierno como ¡Narcoestado! Y ¡Narcodemocracia!
Él nos habló elocuentemente de ese dirigente de verdadera izquierda, que lo apoyó ante el abuso del priismo.
Que intercedió ante el entonces delegado en Tláhuac, José Ramón Martell, para que les devolviera sus pertenencias que les habían despojado, igual como lo hacen hoy, personal de vía pública.
Fue recordar líderes sociales, diputados, funcionarios y candidatos de hoy y del ayer.
Era el hogar de un dirigente de ambulantes y tianguistas de los 80’s, en la alcaldía Cuauhtémoc, y del ahora en Iztapalapa.
De un militante del PMT y de otras viejas organizaciones de izquierda, como el PMS.
Su cumpleaños se mezcló con añoranza y crítica de carencia de valores familiares e ideológicos.
También de la carrera electoral actual, y de la ambición mezquina y traiciones de todo tipo.
Se habló de la misma Clara Brugada, de su inicio en la UPREZ y de Aleida Alavez, ambas candidatas; una para jefatura de gobierno en la Ciudad de México, y la otra, aspirante a la alcaldía en Iztapalapa.
Se criticó la asignación por género, hombre o mujer, sin anteponer las capacidades de uno o de otro ni la trayectoria ni los ideales políticos.
Se habló de Xóchitl Gálvez y su folclórico lenguaje, sin respeto a su vestimenta de raíces y de orígenes con valores.
No podía faltar en la platica el recuerdo de Heberto Castillo, candidato presidencial del partido Mexicano Socialista en 1988 y fundador del casi desaparecido PRD.
También recordamos a legisladores emanados de Iztapalapa, de una organización llamada FUCEP, como Margarito Reyes y Luciano Jimeno Huanosta.
Hasta de Fernando Marin, actual diputado federal de Morena y su anécdota que nos recordó la hija del anfitrión, cuando el legislador se vistió de una mujer llamada ¡Ivón! para participar en un concurso de baile, que ganó con su pareja Lucas.
Reímos cuando Luciano aceptó no tener talento ni ahora ni antes para ese concurso, cuyo triunfo les sirvió para destinar ese dinero a la causa de su organización de aquel entonces.
Salieron múltiples aventuras de sus viejas prácticas para hacerse de recursos y financiar su lucha social.
Se filtraban los amoríos de actuales candidatas de esta región con el entonces regente, Manuel Camacho Solis y hasta con René Bejarano, quien fuera secretario de gobierno y cercano al actual presidente, Andrés Manuel López Obrador.
Volvimos a la pobreza ideológica y política de muchos que aspiran a ser y que han sido.
Había melancolía por aquellas grandes figuras de verdaderos líderes de izquierda, que lo demostraban en la lucha, sin ambición de cargos públicos ni meras declaraciones o discursos.
Se reconocía la ¡Decepción! De quienes desviaron el camino, así como de quienes no tienen preparación política.
El olvidar orígenes, que sólo pretenden reflejar algunas con su atuendo, en discurso o con verborrea populachera.
Incluso, con ignorancia en el debate público, omisión de servir al ciudadano y de la ¡Lucha social!
Una evidente rapaz ambición para sólo aspirar a un buen sueldo y cargos políticos.
Estábamos en un hogar humilde, con la familia de un líder de origen poblano que inició en la capital del país con la venta en vía pública de naranjas y después hasta de “fayuca” afuera del Metro Morelos.
Éramos tres anhelantes que nos había llegado la edad frente a mujeres y hombres 20 años menos.
El anfitrión, líder de tianguistas reconocía la necesidad de formar cuadros políticos y reunir a expemetistas.
Se refería a la poca herencia de ideales, de valores, de aspiración política con servicio social para las nuevas generaciones.
Se criticaba el exceso de simulación, que usa al ciudadano y a sus líderes, y después los olvida.
Era un sello de verdadera izquierda y servicio social, que no pierde la esperanza de dejar ¡Huella!
Me seguía también el recuerdo de mi madre en ese ambiente donde flotaban los 80’s y 90’s.
De mi hogar por ese olor y hasta por esa humilde vivienda con valores familiares, con respeto al padre.
Hablamos también de la juventud.
Esa que hoy exige derechos y olvida obligaciones.
La que se sirve de los padres.
La que abusa de ellos y la que ¡No! Los respeta.
Olía a comida de antaño que se disfrutaba en familia, con un patriarca que hasta los nietos respetaban.
Dos jóvenes mujeres cocinaban; la hija del
anfitrión y la cuñada de ella.
Una amasaba y la otra, movía un atole champurrado que herví en una estufa.
Estábamos en un cuarto,
que ni era cocina ni comedor, con ambiente de ¡Hogar y familia! En Iztapalapa.
Sólo un cuarto con mesa desordenada y cosas amontonadas por todos lados.
Anaqueles, refrigeradores para refresco y enseres domésticos, que enmarcaban la platica y la afanosa labor de cocinar. Un ron Appleton, Ginger, Coca Cola, agua mineral y mucho frío.
Todo lo mezclamos con atole, unas ricas ¡Picadas!, tipo sope, sólo con picosa salsa, queso y mucha cebolla, longaniza y cecina azada.
Mega tamales de carne de puerco, queso, mole, salsa verde y hasta de queso Filadelfia con mermelada de zarzamora.
Un verdadero manjar, que comimos a mano limpia, sin la culpa de batirnos los dedos o engordar, por el exceso en el consumo de masas.
Con vasos en el suelo, que no cabían en la sencilla mesa, llena de cebolla, limones, masa y desperdicios de lo guisado.
Unas sillas con asientos, que mostraban su uso excesivo.
Nada de lujos ni presunción. Una gran y humilde vivienda con anfitriones, de calidad y calidez en la atención.
Con un hijo del líder, ya maduro que deseaba suceder a su padre en el liderazgo.
Un padre de antaño, acostumbrado a enfrentar, como lo decía él, a ¡Madrazos! La defensa de sus comerciantes.
Su hijo, platicaba de otros métodos. Más negociador, más de diálogo, más de cabildeo y evidentes muestra de inteligencia, incluso, de intelectualidad que envidiarían, actuales funcionarios y diputados.
Era la combinación de generaciones, de la sencillez en su atuendo y la brillantez en su cabeza.
De valores políticos, familiares e ideales para la lucha social, sin la evidente hambre rapaz del poder.
Una noche de cuna humilde, sin roce social ni blof, sin ¡Ignorancias!
Un ambiente que disfruté, sin poses, sin lujos y sin presunciones, y con mucha cordialidad.
De conocimiento de políticos, de frases, de cuentos e historias que refleja la actitud de muchos en esta carrera electorera de sólo ambición.

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