Por Luis Felipe García Chávez

La solidaridad ciudadana

“La caridad es humillante, porque se ejerce verticalmente y desde arriba; la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo”.
Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo considerado uno de los escritores más influyentes de la izquierda latinoamericana.

Cuando la sociedad se organiza para ayudarse entre sí, no pide permiso. La solidaridad no necesita inauguraciones, micrófonos ni tiempos oficiales. Surge desde la empatía y la urgencia: cuando alguien necesita apoyo, se actúa rápido, directo y sin protagonismos. Y eso, precisamente, es lo que la vuelve una fuerza tan poderosa.

Una comunidad que se organiza es una comunidad viva. Y una comunidad viva cuestiona, exige, se mueve, no se conforma. En ese movimiento hay algo que a veces incomoda al poder tradicional: la solidaridad es poder, pero es poder desde abajo, humano, cotidiano,
construido entre personas que se reconocen iguales.

La política tiene mucho que aprender de la solidaridad. La visión tradicional ha sido la de una gestión vertical, donde las decisiones se imponen desde arriba. Sin embargo, la realidad nos enseña que las soluciones verdaderas surgen cuando se mira hacia el territorio, se escucha a las comunidades y se fortalece aquello que ellas mismas han comenzado a construir.

La solidaridad nos recuerda que la ciudad no se transforma desde una oficina, sino desde la calle. Que las grandes políticas no empiezan en grandes declaraciones, sino en pequeños acuerdos entre vecinos. Que la verdadera fuerza pública no está en un procedimiento administrativo, sino en la voluntad colectiva de mejorar lo que compartimos.

Y esto es fundamental: la solidaridad no solo atiende emergencias, también crea comunidad. Teje confianza, redes y sentido de pertenencia. Ahí donde la gente se organiza, nace también la capacidad de soñar y proyectar futuro. Cuando estos vínculos se fortalecen, una
ciudad puede dejar de ser un espacio anónimo y se convierte en un lugar compartido, cuidado y vivido.

Por eso, lo que debemos hacer con la política no es que reemplace esa solidaridad, sino que se ponga a su servicio. Que reconozca lo que la gente ya está haciendo por su comunidad. Que acompañe, que escuche, que construya desde abajo. Que, en lugar de dirigir, participe.

Porque una sociedad solidaria no solo ayuda: se transforma. Y la política que realmente sirve es la que entiende que su papel es caminar con esa transformación, no interponerse a ella. Y si no, que digan lo contrario

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