María Elena Maldonado

Siempre hay temas de interés general, desgraciadamente no son temas positivos, mucho menos desde la llegada de López Obrador a la presidencia, dan miedo sus mañaneras por las noticias en las que cancela programas, instituciones, apoyos, becas, contratos, abasto de medicamentos, gasolina y hasta una aeropuerto en el que  los contribuyentes han pagado 112,053 millones de pesos y pagarán entre otros adeudos 200 millones de dólares anuales por 19 años, por los bonos garantizados de la Tarifa del Uso del Aeropuerto.

     Se los recuerdo, pues es una deuda que contrajimos involuntariamente los ciudadanos para pagos absurdos, en el presente y futuro por la decisión incoherente de un solo “hombre”.  Una enorme cantidad de millones  que podía servir en beneficio real de todos los mexicanos y se fue directamente  a la basura. Algo que jamás tendrá sentido.

     Hoy que escribo este texto es 10 de marzo – un día después del paro de las mujeres-  adherida a este evento, no salí, no compré, ni siquiera llamé por teléfono, no participé en las redes sociales que de eso se trataba; comportarse como si estuviéramos imposibilitadas para ello derivado de la violencia que se vive.

   El domingo fui por primera vez a Los Pinos, no me llamaba la atención, estuve muchos años antes.  Pero ahí  era la puesta en escena que mi amiga la actriz Elia Domenzain presentaba, relacionada con la conmemoración del Día de la Mujer,  una  fuerte denuncia sobre la violencia que vivimos en México, muy adecuado a la indignación generalizada que últimamente nos ocupa. 

     Di un paseo por el lugar, todos los espacios  incluyendo la casa principal están vacíos, sólo exponen pinturas,  algunas de reconocidos artistas y unos espectaculares candelabros. Pensé que íbamos a ver como realmente vivieron los ex presidentes o por lo menos el último.

   ¿Quién vació la residencia, los que se fueron o  los que están?  ¿En dónde se encuentran los lujosos muebles, blancos,  vajillas, cubiertos, alfombras?  Lo que usualmente requieren las personas para vivir, nos deben dar cuenta a los ciudadanos de todos los objetos comprados con nuestro dinero.

     Los salones donde se efectúan los eventos, mal señalados; los baños públicos una desgracia, sin papel, puertas zafadas. Llegar no es fácil, si no trae  vehículo es más corto por  Avenida Reforma (metro auditorio) y no sé si tengan estacionamiento para visitantes.  Por Constituyentes sólo un taxi lo librara de una larga caminata.

     Y luego obviamente me fui a la marcha,  por Reforma sólo había transporte hasta Chapultepec  y ahí al metro hasta Pino Suarez, más adelante había una estación cerrada, aunque la Sheinbaun  dijo que todas las estaciones estaban abiertas. Allá me encontré con unas amigas, se fueron y yo me quede en el Zócalo, avisaron que habían bloqueado la entrada por  Madero y que gran parte del  contingente estaba intentando llegar por otras calles. Escuche a las oradoras, estuve tomando fotos de las participantes y sus consignas personales en cartulinas hechas en casa, vi muchas madres, padres con las fotos de sus hijas asesinadas pidiendo se haga justicia, hijas desaparecidas sin rastro, niños huérfanos de la mano de sus abuelos, sus familiares. Todas las edades, todas las clases sociales, todas las formas de indignación.

    Fui por ellas, no llevaba pañuelo, nada verde, no estoy a favor del aborto libre, sí en situaciones de violencia, malformaciones, si hay peligro de muerte a la madre, menores de edad, había que estudiar cada caso. Habiendo tantas formas de prevención es absurda la cantidad de abortos que se están realizando; hay tantos anticonceptivos, incluyendo la pastilla del día después que me parece que independientemente de lo que éticamente implique, los ciudadanos no tenemos por qué costearle la irresponsabilidad a nadie. Me asombra verlas pidiendo respeto para su cuerpo, cuando ellas mismas no lo tienen, incluyendo el respeto por el ser que se gesta en su matriz. 

     Mi presencia ahí fue por la vida, por los gritos de dolor, por ser obligadas a callar, por esas mujeres golpeadas, torturadas, esclavizadas, violadas, aterrorizadas y asesinadas. También las que en el trabajo, las escuelas, las calles, en su propia casa, soportan acoso, desprecio, marginación, desigualdad, majaderías y miedo, tener siempre miedo a ser atacada de las miles de formas que ellos tienen.

     Tenemos fortalecernos, desde aprender autodefensa, cultivar una sociedad atenta para detectar que esto no suceda, autoridades competentes, leyes que se apliquen, investigaciones eficaces para consignar el delito, encontrar a las desaparecidas, acabar con las redes y la complicidad con funcionarios y policías… todos sabemos lo que queremos que cambie, algunos no están interesados pues obviamente son parte del problema.

     Hace miles de años comenzó esta lucha y aquí estamos cada vez más unidas, presentes y evidenciando a gritos o a través del silencio nuestras exigencias.

emaldonadoballesteros@yahoo.es

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