Latitud Megalópolis | Salvador Hernández Velez

He escuchado a muchas personas decir que en la noche ya no toman una taza de café, porque no pueden dormir.

En relación con las dificultades para conciliar el sueño hay variadas versiones. Sin embargo, hay que remitirse a los estudiosos del sueño para ubicar en su justa dimensión dicha problemática: ¿La historia moderna siempre ha estado acompañada de los inconvenientes para conciliar el sueño? ¿Las personas siempre han dormido de un solo tirón? ¿Cuántas horas hay que dormir? ¿Desde cuándo existen las clínicas del sueño? ¿Desde cuándo el sueño es un producto de consumo? De estas y otras problemáticas relacionadas con el sueño nos habla Darian Leader en su libro “¿Por Qué No Podemos Dormir?”.

El autor plantea que, según las estimaciones, “la industria de los productos y métodos para ayudar a dormir generará este año (2019) nada menos que 76 mil 700 millones de dólares”. Esto es, el insomnio ha generado toda una gama de productos a consumir, ya que es una de las preocupaciones del mundo de hoy, preocupaciones manifestadas en la ansiedad y la tristeza de las personas, por la falta de sueño.

Y el camino que nos venden es consumir los productos que ha creado la biomedicina, lo que es hoy un gran negocio. El insomnio está regido por el marketing, por la vorágine del consumo de productos que se ofrecen en el mercado.

Leader nos dice que el origen de los ciclos del descanso, obedece a los turnos de trabajo que nos impuso la Revolución Industrial. El rendimiento de los trabajadores se estableció sobre los ciclos día/noche. Las cifras para los períodos de trabajo y descanso se fijaron, no por el bienestar de las personas, sino por las exigencias de los horarios fabriles.

El sueño, gracias a la expansión de la industria, pasó a cuantificarse como un apéndice del trabajo. El insomnio se produce, no porque cueste trabajo concentrarse, por los problemas por rumiar cosas, sino que es consecuencia de las presiones de la vida moderna.

Leader se pregunta: ¿O es que se está propagando una epidemia nueva de problemas de sueño, producto de esta era digital en que vivimos? Antes, las playas y los centros de descanso, eran el destino al que las personas privilegiadas iban para hallar la paz y el sosiego, hoy es el sueño mismo el que se comercializa. Dormir ha dejado de ser una experiencia del individuo, se ha convertido en una cosa externa a las personas.

Hoy se comercian colchones para dormir, nos venden que el problema no es la dificultad de conciliar el sueño, sino que el colchón no es el apropiado. Los higienistas del sueño nos ofrecen que, dormir nos mantiene delgados, disminuye nuestros antojos de comida, nos protege del cáncer y la demencia, reduce el riesgo de enfermedades cardíacas, apoplejías y diabetes, y lo genial de todo esto, es que es gratis.

Si el sueño había adquirido un sentido espiritual a lo largo de los siglos, entendido como un momento para la purificación y el descanso, esos valores se fueron erosionando.

Los estudiosos del tema señalan que las poblaciones preindustriales, se despertaban puntualmente durante períodos de entre dos y tres horas, al poco de la medianoche, y volvían a dormirse en un segundo sueño. El concepto de un único período de sueño unificado es, al parecer, producto de la Revolución Industrial, y el sueño bifásico representaba el ritmo original del cuerpo humano, en el que las personas vivían en armonía con la naturaleza.

El sueño bifásico (en dos tramos), nos dicen algunos historiadores y antropólogos, que es la auténtica estructura del sueño humano. El término “insomnio” comenzó a aparecer en los diccionarios de finales del siglo 19, lo cual puede significar, que antes no había.

Tal vez parezca evidente que el sueño es aquello que permite que el organismo se recargue, como una batería, cuya función es facilitar y mejorar la memoria humana. La idea de que el sueño era un estado de alta actividad era ya bastante conocida en el siglo 19. El psicoanalista Lawrence Kubie sugería, en realidad, que nunca estamos despiertos del todo, como tampoco llegamos a estar nunca completamente dormidos.

Leader, nos comenta el pintor Francis Bacon, tomó pastillas para dormir todas las noches durante al menos cuarenta años seguidos, y cuando preguntó a uno de los facultativos que se las recetaban para qué las necesitaba, respondió que nunca se lo había preguntado.

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