• Pasaron 2 mil 555 días de peregrinar en busca de justicia para Carlos Eduardo Martínez, el “Niño Montessori”, secuestrado y asesinado por cinco sujetos, de los que una juez ya liberó al más sanguinario

Toluca, México.- Al cumplirse 7 años del artero secuestro y asesinato de Carlos Eduardo Martínez González, el llamado “Niño Montessori”, se acumuló una larga lista de hechos presumiblemente de corrupción que no dejan sanar la herida que lleva en el alma su padre, don Alfredo Martínez Gutiérrez.

En silla de ruedas, visiblemente deteriorado por siete años de peregrinar por decenas de oficinas públicas en busca de justicia, don Alfredo Martínez Gutiérrez recordó que un día como hoy, 14 de Febrero de 2013, él vio por última vez a su hijo de 16 años de edad, cuando se preparaba para asistir a clases en el Colegio Montessori de Toluca.

Ese día hubo kermese en el Colegio Montessori de Toluca, para celebrar el Día del Amor y la Amistad, por lo que la seguridad particular que debió garantizar la integridad física de los alumnos “se relajó” y favoreció para que Carlos Eduardo Martínez González saliera del plantel sin la protección de ningún familiar, lo que, según el reglamento de ese colegio particular, estaba prohibido.

Fuera de la escuela Montessori esperaban a Carlos Eduardo por lo menos cinco sujetos, una mujer y cuatro hombres, quienes lo subieron con engaños a una camioneta tipo Van y lo llevaron a una casa en el municipio de San Mateo Atenco, donde lo retuvieron contra su voluntad; dos días después, lo llevaron a la carretera Toluca-Ixtapan de la Sal y en el Puente Calderón, de más de 200 metros de altura, lo bajaron y arrojaron al vacío, para asesinarlo, a pesar de que negociaban un “rescate” con el padre del menor.

Ahí comenzó el calvario para don Alfredo Martínez Gutiérrez, quien buscó a su hijo infructuosamente más de medio año, y nunca lo encontró porque el personal de Servicios Periciales que rescató su cadáver de lo profundo del Puente Calderón, lo llevó a la morgue y llenó la Cédula de Identidad con datos erróneos, supuestamente porque no había ni energía eléctrica en esas instalaciones.

En la Cédula de Identidad el médico legista escribió cosas como que el cadáver correspondía a un “adulto” de piel morena, cuando el llamado Niño Montessori tenía solo 16 años y era casi “güero”, de tez muy blanca y ojos claros. Por eso nadie pudo encontrar a Carlos Eduardo.

Por su cuenta, el padre del menor recorrió todas las morgues del Estado de México y de otras entidades vecinas en busca de su hijo, y cuando se cansó de revisar las Cédulas de Identificación, que evidentemente se llenan sin el menor rigor científico, exigió que le dejaran ver todos los cuerpos que había sin reclamar, hasta que encontró a su hijo en el Instituto Pericial de Tenancingo, con el cuerpo en estado de putrefacción porque las gavetas de refrigeración tenían meses de no funcionar.

El dolor de ver su hijo menor de edad en esas condiciones impulsó a don Alfredo Martínez Gutiérrez a emprender un esfuerzo por dar con los secuestradores y asesinos de Carlos Eduardo, lo que logró el 16 de agosto del 2013, cuando junto con policías ministeriales localizó y atrapó a Beatriz Alejandra Morales Sendo, autora intelectual del plagio y asesinato, así como a sus cómplices materiales Margarito Salas Reyes, Emilio Victoria Rodríguez y Silverio Victoria Hernández, quienes recibieron sentencias de más de 50 años de prisión en marzo del año 2016, después de un largo peregrinar por salas de juicio oral.

Sin embargo, había un quinto implicado que no lograron aprehender, pues se dio a la fuga, de nombre Erick Rojas Lina, personaje principal en los hechos, pues puso la casa de su madre, la de San Mateo Atenco, para mantener en cautiverio al “Niño Montessori”, y, el día del asesinato, él fue quien lo levantó para arrojarlo de lo alto del Puente Calderón. Esto según los testimonios de los otros cuatro implicados que fueron sentenciados.

Pagando investigadores privados y obligado por los agentes ministeriales mexiquenses a darles “para la gasolina”, darles de comer casi a diario, y pagándoles para que hicieran su trabajo, don Alfredo Martínez logró la captura del quinto implicado en septiembre del 2017.

Sin embargo, la jueza María Alejandra Carrillo García, a pesar de las declaraciones en contra de Erick Rojas Lina, varias pruebas irrefutables en su contra como el hecho de que el secuestro tuvo como sede la casa de su madre en San Mateo Atenco, y otras muchas más, lo dejó en libertad “por falta de pruebas” el 9 de octubre del 2019.

Ahora, siete años después del secuestro de su hijo, en el Día del Amor y la Amistad, don Alfredo Martínez se encuentra muy minado de salud, prácticamente sin un peso en la bolsa, porque perdió todo lo que tenía para atrapar a los delincuentes, y cuando creyó que había terminado su misión y que podía morir en paz, la jueza Alejandra Carrillo García le asestó el terrible golpe de liberar al quinto implicado en el secuestro y asesinato de su hijo, precisamente quien lo arrojó de lo alto del Puente Calderón, de más de 200 metros de altura.

El próximo martes 18 de febrero, don Alfredo Martínez hará un último intento en busca de justicia, pues se presentará a una audiencia en el Poder Judicial del Estado de México en la que se tiene que resolver un recurso de apelación que interpuso contra la absolución que otorgó la jueza Alejandra Carrillo García al secuestrador y asesino de su hijo, Erick Rojas Lina.

“Es mi último intento. Tengo que lograr que ese delincuente regrese a prisión y pague por lo que le hizo a mi niño. Ya me acabé hasta el último peso, ya les di a llenar a los policías ministeriales, a agentes del Ministerio Público, como Francisco Yáñez, quien me arrebató hasta un tráiler para elaborar (food truck) comida de más de 70 mil pesos de valor, hasta mis propios abogados me vaciaron y me dieron la espalda, como el licenciado Edgar Díaz Neri; todos han hecho negocio de la muerte de mi hijo.

Ya solo tengo esta última esperanza, ojalá que el nuevo presidente del Tribunal Superior de Justicia, Ricardo Sodi Cuellar, tenga más de sensibilidad que su antecesor y revise la conducta de esta jueza, quien evidentemente también se vendió; o está ciega o está loca para no valorar más de cien pruebas contundentes”, concluyó con Alfredo Martínez.

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