Eduviges, los que te amamos nos permitimos estar tristes por mucho tiempo, pero… tuvimos que seguir adelante. Continuamos sin escapar de nuestras emociones. Entendimos que sonreír y disfrutar la vida no significaba que te habíamos dejado de amar u olvidado.
La tristeza de no tenerte ya con nosotros era profunda. Muchos años estuvimos: tristes, preocupados, confundidos, impresionados. Incluso muchas veces nos sentimos enojados, engañados, aliviados, culpables o simplemente vacíos o exhaustos. Hubo días en que nuestras emociones fueron más intensas y profundas, y se encontraban entremezcladas entre: el coraje, la impotencia, el odio, el amor, la risa y el llanto. El proceso que vivimos fue difícil. Hoy, después de años, las heridas han ido sanando gradualmente. Lo que sucedió fue tan inesperado y repentino que difícilmente lo pudimos asimilar. Tuvimos oleadas de mucha tristeza, nostalgia, temor, melancolía y dolor. Esas oleadas de dolor fueron más intensas cuando te recordábamos y sentíamos que nos habían robado el tiempo que deseábamos pasar contigo. No nos hemos acostumbrado a vivir con el dolor que tu muerte nos causó. Tuvimos que superar la aflicción que nos causó tu inesperada partida. Esa aflicción fue menos intensa con el tiempo, pero aún nos duele. Nos ha ayudado mucho recordar los mejores momentos felices que nos diste como: cuando nos hiciste tíos por primera vez.
Eduviges, también algún día nos iremos; sepa Dios cuándo y de qué manera, o qué mitos, verdades o mentiras envuelvan nuestra partida. Lo cierto es que nadie llega, está o se va fuera de tiempo. En esto no hay fuera de lugar.
Sabemos que te fuiste tranquilo, con un semblante de absoluta paz. Te fuiste erguido, con la cara en alto.
Los “JUDAS” que te dieron el beso y a la vez te entregaron a “ELLOS” pudieron controlar tu cuerpo, pero jamás tu mente y tus ideales. Esos ideales que defendiste hasta el último momento con tu propia vida. Estamos orgullosos de ti. Te lloramos mucho, ¡claro! Pero dicen los que saben que la gente muere cuando se le deja de recordar, y tú vives en nosotros, en nuestros corazones, en nuestra mente, en nuestra vida y estás presente en todo momento.
Seguimos brindando y sonriendo a la vida, y nunca olvidamos brindar contigo y por ti, con ese mezcal de Zacualpan que tantas veces en vida brindaste y saboreaste. Hermano, te amamos, te extrañamos y nunca te hemos olvidado ni un solo momento. Tú vives por siempre en nuestros corazones.
Llegan algunos recuerdos, como cuando siendo tú presidente municipal, a los que no les gustó que Zacualpan progresara, destruyeron con saña, cobardía y egoísmo placas que mostraban tu trabajo. Lo que nunca pudieron ni podrán destruir jamás es: el amor, respeto, afecto y el recuerdo de todos los que confiaron en ti para que fueras no solo una vez, sino en dos ocasiones, su presidente municipal, de este tu pueblo sureño.
Querido Eduviges, nos queda claro que: todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo. Su tiempo de nacer y su tiempo de morir (Eclesiastés 3:1-2).
Nunca olvidamos tu lema: “llegará el día en que nuestros hijos se avergüencen de los tiempos en que la honestidad se paga cara, e incluso con la propia vida”. Y mira qué ironía, con tu vida pagaste el conducirte sobre bases firmes en las que imperó la honestidad, trabajo y responsabilidad…
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