Por José Manuel López Colín
El Candidato Presidencial de la coalición México al Frente, Ricardo Anaya Cortés, ha sido acusado de corrupción por una supuesta triangulación de recursos en una fundación “sin fines de lucro” creada por él mismo en el estado de Querétaro.
Según la revista Proceso, dicha fundación fue usada para hacer un “negocio inmobiliario millonario con constructores amigos”. Anaya Cortés se ha defendido ya ante Proceso, y ha acusado al PRI de guerra sucia en su contra, pero ¿podrá librar las acusaciones a tiempo para que su nombre aparezca en la boleta electoral el próximo 1 de julio?
Este señalamiento llega justo cuando Anaya se afianzó en el segundo lugar de las encuestas, detrás de quien ha sido el puntero desde el inicio de la carrera por llegar a Los Pinos, Andrés Manuel López Obrador; y cuando el candidato priista, José Antonio Meade, permanecía relegado al tercer lugar -situación que recuerda a lo acontecido en el año 2000 cuando el PRI perdió el poder a manos del candidato guanajuatense Vicente Fox-.
Los calificativos para el ex dirigente panista no se hicieron esperar: López Obrador lo acusó de estar manchado por la corrupción, justificando su afirmación con una frase que se ha convertido en un eslogan de campaña: “Él es de la mafia del poder”.
Por otra parte, en el nido priista saben que para llegar con posibilidades de pelear la elección, deben vencer primero a la coalición México al Frente. Meade tildó a Ricardo Anaya de corrupto, cuando todos sabemos que el priismo no está libre de pecado.
Aquí, es necesario mencionar que no hemos visto aún en acción a toda la maquinaria priista de cara a la elección. Anaya se ha topado de frente con uno de los problemas que más nos duelen como mexicanos: la corrupción, y aunque cualquier caso de estos siempre está lleno de enredos, es una estrategia efectiva, porque acusar de corrupto a cualquier personaje político en México es creíble. Si esta situación se sale de control, Anaya podría desaparecer de la boleta electoral, dejando el camino libre para una contienda entre
Meade y López Obrador; y si el priista no levanta, es posible que la ventaja del presidente de Morena sea inalcanzable.
En días pasados, la columna de Enrique Krauze publicada en el New York Times ha causado ecos en nuestro país, por su carácter “preventivo” en el supuesto de que “el mesías tropical” -como ha decidido llamar a Andrés Manuel López Obrador- resulte vencedor en las próximas elecciones presidenciales.
Krauze, señala que, de ganar López Obrador, sería un retroceso en la democracia. Además, lo compara con Plutarco Elías Calles, fundador del primer PRI, diciendo que quiere hacer “el país de un hombre”, aunque, en un artículo escrito por el mismo Krauze, en Letras Libres, relata que, cuando se conocieron [AMLO y Krauze], el historiador le preguntó si no era necesario haber salido del país para gobernar, como el mismísimo Calles había hecho antes de fundar las instituciones que dieron pie al priismo de casi un siglo.
Para el editor de Letras Libres, el cambio es bienvenido, siempre y cuando no sea López Obrador quien lo represente, entonces ¿de qué cambio hablamos? ¿Del que resultó en la sangrienta guerra de Felipe Calderón?
También lo acusa de poner adjetivos a sus detractores, pero ¿acaso “mesías tropical” no es un adjetivo?
Desde una óptica personal, la democracia de ahora es frágil gracias al mal trato que se ha hecho desde dentro de ellas, la corrupción es una enfermedad crónica que ha tenido este país y si no cambiamos todos, seguirá presente, ninguna alternancia la terminará.
Lo cierto es que nuestra democracia vive una crisis, una triste crisis y una de las razones es que la gente ha dejado de confiar en las instituciones, principalmente los jóvenes -me incluyo- porque no han podido demostrar inocencia ante acusaciones de engaño, fraude, corrupción (como se le quiera llamar) y de las cuales hay evidencia audiovisual. En lugar de eso, apuestan por la desmemoria., un mal que tenemos todos.
La decisión del 1 de julio está en los votantes, en que salgamos a votar. Recuperar la confianza en las instituciones depende de que nosotros mismos hagamos lo que debemos hacer, sigamos ejemplos, hay varios en Europa, donde, a la primera acusación de corrupción, los funcionarios dimiten por vergüenza, simple vergüenza.
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