Ciudad de México.- Investigaciones como las de Cohen, Hall y Tuttle (2009) demuestran que los hombres heterosexuales manifiestan emociones negativas más marcadas contra los hombres homosexuales que muestran características tradicionalmente consideradas como más femeninas que contra aquellos que se comportan según lo normativo desde el punto de vista de la masculinidad. Las mujeres, por el contrario, no manifestaron ninguna diferencia entre estos dos grupos.
Esto deja patente como “el afeminamiento” o “la pluma” forma parte sustancial de la permanencia de las reacciones negativas de los hombres heterosexuales respecto de los homosexuales. Resulta muy interesante que en las mujeres no se encuentre este efecto, esto es un indicio de la caracterización de estas reacciones como defensivas de la propia masculinidad. Las mujeres no tienen, a priori, ninguna masculinidad que defender de los homosexuales y por tanto no necesitan sostener ninguna conducta defensiva al respecto.
La homofobia internalizada, se entiende como los pensamientos y sentimientos negativos y de desasosiego experimentados por las personas de orientación homosexual sobre su sexualidad. Sucede que en ocasiones determinados estereotipos sociales son asumidos por los propios miembros de los grupos estigmatizados por esos estereotipos.
Los prejuicios que los hombres heterosexuales exhiben contra los homosexuales en defensa de su “masculinidad” pueden ser internalizados por los hombres homosexuales para luego esgrimirse contra aquellos hombres homosexuales que sean más “femeninos”.
Esto se podría explicar por medio de un doble mecanismo: La identificación con el agresor y la proyección de la culpa.
Según el mecanismo de la identificación con el agresor, descrito por primera vez por Anna Freud (1961), se produce en la persona amenazada una incorporación (introyección) de características de la persona amenazante; esto provoca que la víctima, al asumir el papel del agresor, pase de ser la persona amenazada a ser la que amenaza.
Podría considerarse que es este el mecanismo que se activa en este caso, el hombre homosexual se identifica con una característica, la supuesta masculinidad, del agresor y por medio de esta introyección asume a su vez el papel del agresor y por tanto manifiesta agresividad contra los que siguen en la posición de víctima (hombres homosexuales “femeninos”), cumpliéndose la segunda parte del mecanismo de defensa, la proyección de la culpa.
Según esta teoría los homosexuales más “masculinos” proyectarían todo aquello que rechazan de sí mismos sobre el homosexual prototípico o más “femenino” que cargaría con la culpa y responsabilidad del estereotipo. La idea que germina entonces es la de que ese miembro prototípico (“femenino”) es el responsable y el culpable de la existencia de un estereotipo con el que el homosexual “masculino” no se identifica.
¿Cuál es el origen de estos prejuicios basados en la femineidad?¿Es posible la existencia de una relación entre el prejuicio contra los hombres homosexuales femeninos y el prejuicio contra la propia femineidad y las mujeres?
La mujer ha sido considerada históricamente por un gran número de sociedades y culturas diversas como inferior al hombre, si tomamos como referencia la revisión que hace Escudero (2004) de la historia de la misoginia, podemos observar que tiene ésta fuentes bíblicas, mitológicas, literarias y médicas; cabe destacar éstas últimas, por la influencia que han tenido sobre el pensamiento científico. En la filosofía occidental encontramos como uno de los mayores exponentes de este pensamiento a Aristóteles (384-322). Él fue el primero en plantear la teoría del sexo único. Según esta forma de pensamiento, la mujer no sería otra cosa que un hombre defectuoso, un fracaso de la naturaleza, una malformación de ese sexo único que es el masculino. Estas ideas serían continuadas por Galeno (130-200) quién creía que la mujer tenía los mismos órganos sexuales que el hombre pero invertidos. El discurso médico y científico de la edad media incorporará está visión del cuerpo humano manteniendo los prejuicios sobre la inferioridad física de la mujer.
En su revisión sobre la evolución de la familia, Roudinesco (2010) muestra cómo bajo toda esta construcción mental yacería el carácter sacro que tradicionalmente se le ha atribuido a la masculinidad en las sociedades occidentales y que ha mantenido a la mujer sometida al poder patriarcal hasta épocas muy recientes en las que esta situación comienza a cambiar.
Homofobia y misoginia, prejuicios relacionados
Considerando todo esto parece posible que se considere al hombre que presenta conductas femeninas como a alguien “indigno de su sexo”. Es en este sentido en el que se puede sostener que el prejuicio contra los homosexuales, contra los hombres considerados como femeninos y contra todas aquellas conductas que se conocen comúnmente como “la pluma” se encuentra directamente relacionado y probablemente causado por un odio más antiguo: la misoginia y el prejuicio contra las mujeres y lo femenino.
Por eso el feminismo y la lucha LGBT+ han sido tantas veces movimientos paralelos. El enemigo común, en muchos casos, es el mismo.
Aclaración: Las categorías “femenino” y “masculino” se tratan en este texto desde la perspectiva de que son constructos culturales independientes del sexo biológico y que por tanto pueden variar y evolucionar a lo largo del tiempo y entre diferentes personas. En ese sentido, cuando se habla de “femenino” o “masculino”, se refiere a aquellas categorías que tradicionalmente en las sociedades occidentales se han atribuido respectivamente a las mujeres y a los hombres.
Bibliografía:
- Adrián Escudero, Jesús (2004). Cristina de Pizán y la sinrazón de la misoginia. Diálogo filosófico 59, 275-294.
- Cohen, Taya R.; Hall, Deborah L. &Tuttle, Jennifer (2009). Attitudes towards stereotypical versus counterstereotypical gay men and lesbians. Journal of sex research, 46(4), 274-281.
- Freud, Anna (2010) El yo y los mecanismos de defensa. Barcelona: Paidos, Espasa Libros S. L. U. (Versión original: Das ichund die abwehrmechanismen, 1961) .
- Roudinesco, Élisabeth (2010). La familia en desorden. Buenos Aires: Fondo de cultura económica, sección obras de psicología y psicoanálisis. (Versión original: La famille en desordre, 2002).