Por Latitud Megalópolis/Sergio Arévalo
Y todo parecía una visita casual, en las que como mapache buscaba comida en la cocina y mi papá terminaba por darme de comer alguna galleta. Estaba hurgando en la alacena cuando mamá me pidió que fuera a su cuarto, algo raro tenía en su voz. No me pidió que me sentara en el sillón como cuando me regaña o quiere hablar “seriamente” conmigo, me pedía estuviera en la cama a su lado. Algo no andaba bien.
Días antes se había detectado una bolita en el pecho, algo así como un granito, mi hermana al enterarse en “platica de mujeres”, le pidió que se hiciera unos estudios lo más rápido que pudiera. Mamá algo incrédula lo hizo, fue lo correcto.
Ella me miraba, y de la nada volví a ser un niño, ella me explicó lo que le había dicho el Doctor. Me tomó de la mano, yo hice lo mismo, sentía ese calorcito de madre que te cobija y te protege de todo. Me contó los resultados y lo que venía “voy a estar bien”, los dos evitamos llorar.
El cáncer de mama –cómo explorarse para detectarlo– es el tumor más frecuente en las mujeres occidentales: sólo en nuestro país se diagnostican alrededor de 25.000 nuevos cánceres de mama al año.
Saliendo del cuarto mi padre me vio a los ojos, “vamos a salir de esto”, como nunca (porque normalmente yo soy el empalagoso), me sacudió la cabeza, se dirigió al cuarto a ver a su complice de vida. No mentiré, al principio uno quiere ser “lógico”, pensar en todo lo que la ciencia ha crecido, que es cuestión de disciplina, seguir el tratamiento y ¡Listo!, después llegas a casa, te cae un balde de agua helada, y el corazón se te hace chiquito…chiquito.
El arte nos acompaña e informa. Algunas películas que han abordado el tema se encuentra “Mi vida sin mi” (2003). “Ma Ma” (2015) protagonizada por Penélope Cruz, “Quédate a mi lado” (1998) con las queridas Julia Roberts y Susana Sarandon. “Five” (2011) con Jennifer Aniston y Demi More, además de “Pink Ribbons Inc” de Léa Pool.
Sus hermanos, personas de un enorme corazón, al enterarse de inmediato se convirtieron en grandes guerreros que cuidan a su hermanita de todo malestar, estando las 24 horas al tanto su “manita”. Al verlos junto a ella, veo ese amor y esa complicidad de hermanos inigualable, que al unirse pareciera que el tiempo no pasa, el amor lo detiene.
La cirugía llegó, nunca había sentido que el tiempo pasara tan lento, todo salió bien. Sus hermanos, amigas, y familiares estaban al pendiente, mamá nos lo dijo, estaba muy contenta de saberse tan querida.
Las quimio llegaron, los que han tenido casos cerca saben todo el proceso tan horrible que es. Si yo pudiera dar el premio del hombre del año, se lo daría a mi padre, hace de la casa un palacio y de mi madre una reina, a quien no le debe faltar nada. Jamás olvidaré cuando mi abuela al ver a mi madre después de raparse por el proceso de las quimio le dijo “te ves tan bonita mija”.
Dejemos los rencores, no nos enojemos por cosas que a lo mejor solamente nosotros sabemos el por qué nos molesta, de hacernos los orgullosos, quitémonos ese peso que no hace más que estorbar en esta vida. Lo importante es que aprendamos a valorar que nada es perenne y el tiempo no retrocede.