Por Socorro Valdez Guerrero
No lo creo, llegué a ¡Seis décadas! A la tercera edad.
Para muchos a la ancianidad. Para otros, soy la abuela, para mi ¡Llegué!
No me siento de la tercera y ni me creo de la tercera edad.
Tampoco de esa etapa del INAPAM, es decir, la nueva integrante del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores.
Etapa, en la que aún me acuerdo cuando ayudé a mi madre a sacar esa tarjeta.
No me siento abuela ni ¡Adulto mayor! Aunque lo soy, y por supuesto, que no escondo ni me avergüenzo.
Jamás creí llegar a esa etapa de ¡Viejita! Que ni ejemplo a seguir soy.
Me siento aún con ¡Ganas! Sí, con ganas de hacer cosas de niña.
Con ganas de hacer cosas de joven y las ¡Hago! Aunque avergüence a mis hijas.
Con ganas de chamaca, que comete siempre errores, y se come al mundo.
Que de momentos llora, se deprime, manda todo a la …y luego anhela o
quiere hacer locuras y las
hace.
Uf, ¡sesenta años!
Esos en los que te vale madre todo, y en tu verdadera edad, te despiertas y recriminas lo que un día antes hiciste.
Edad, en la que un día te levantas, y te duele ¡Hasta las pestañas!
Otro, te sientes, con ganas de reír, gritar y hacer locuras, y las ¡Haces!
¡60 años! Que creí, me convertiría, así lo quería, y suspiro porque así hubiera sido, como la
esposa del señor Fredricksen, con esa casita azul, donde ambos disfrutarían hasta la vejez, y si uno no lo lograba, el otro iría a las cataratas del paraíso.
Por eso, soy la viejita que hace locuras, pocas veces de adulta mayor.
Bebo, amo, lloro, bailo, canto y en mi soledad, veo las
canas, las arrugas, la flacidez en brazos, en todo mi ser, aunque mi corazón y todo mi yo, se siente plena, y con ánimos de seguir.
Y ¿saben qué? Me vale madre lo que muchos digan, hablen y piensen de mi actitud.
Amo lo que he vivido, lo que sufrí, lo que amé, lo que me humillé y lo que lloré, sí, muchas veces ¡A mares!
No me arrepiento de lo que soy con esa franqueza que odian muchos.
Con esa altivez, que detestan, y esa, que califican otros, como lee pendejez, pero que me hace amar lo que hago.
Tengo ¡60 años! Esos que me duelen a veces cuando no quiero ¡Ni levantarme! Años que no los creo, y que disfruto con la crítica de muchos y que los que me aprecia, dicen, no se me notan.
¡60 años! Que sí siento cuando estoy en mi soledad.
Que veo se me acaba el tiempo y no me da miedo, aunque me duele y me entristece saber que me iré.
Que aunque no quiera, veo que poco a poco, mi vida se acaba.
Veo caminar el tiempo, y miro a mis nietos, y sé que no podré saborear sus triunfos, sus fracaso y sobre todo, guiar sus pasos.
Sufro, por instantes, porque no veré crecer eso que quiero, lo que anhelo, nietos que ahora, siento, y disfruto.
Ni modo ¡60 años! Que agradezco, porque él, quien decide, me dejó llegar.
Me dejó saborear seis décadas que quedarán ahí, en mis letras, aunque jamás en mis festejos, que nunca quise y siempre me negué a celebrar.
¡Gracias! Porque vivo a ¡Mi manera!, aunque sienta que ¡No tengo tiempo! Y me ¡Olvidé de vivir!, porque soy un ¡Payaso!
Así que ¡México lindo y querido!, bailemos al son del ¡Huapango de Moncayo!, porque ¡Brillas y brillas tan linda!