Por: Luis Felipe García Chávez
“La arquitectura debe hablar de su tiempo y su lugar, y a la vez, anhelar la eternidad”
Frank Gehry, Arquitecto ganador del Premio Pritzker
Empezaré este artículo con datos históricos, el normalismo nace, por lo menos en nuestro Estado de México, a finales del siglo XIX, en 1882, en lo que fue el Instituto Científico y Literario de Toluca, con sede en el edificio conocido como el Beaterio, que años más tarde se convirtió y que actualmente alberga la Rectoría de la máxima casa de estudios (UAEMEX), en la calle Instituto Literario, entre las Avenidas Benito Juárez e Ignacio López Rayón.
Dicha escuela, se trasladó a lo que era el Convento de la Purísima Concepción de los Carmelitas, espacio que actualmente alberga la Escuela Secundaria Oficial Número 1 “Miguel Hidalgo”.
Como muchos historiadores saben, en 1910, como parte de las celebraciones del centenario del inicio de la Independencia de México, se construyó el edificio que actualmente se conoce como Benemérita y Centenaria Escuela Normal de Profesores, ubicado en la avenida Independencia, entre las calles Leona Vicario y González Arratia. La inauguración se hizo durante las fiestas del Centenario, siendo Porfirio Díaz presidente de México
El edificio, considerado uno de los más bellos de Toluca, fue construido por el Ingeniero Vicente Suárez Ruano, egresado de la Escuela Nacional de Ingenieros, quien le dio un estilo de influencia francesa. Tiene como característica principal el uso de la mansarda, que es una cubierta generalmente metálica que podían ser curvas, como las de la Normal, o planas, como en la casa afrancesada que se encuentra frente al templo de Santa María de Guadalupe, arquitectura utilizada en México en aquel tiempo y que fue una de las características del Porfiriato.
Lo anterior además del valor histórico, lo que realmente me parece importante de resaltar, es el hecho de la inversión en uno de los edificios más hermosos que se conservan en un estado óptimo en lo que se refiere a su construcción, declarado como Benemérita y centenaria Escuela Normal de Profesores y que ha tenido desde entonces un patronato tipo asociación público privada, cuyo objetivo ha sido su conservación, lo que ha permitido que el edificio reciba el mantenimiento necesario y se encuentre en estado impecable, con lo que luce como uno de los más representativos de nuestro Municipio.
Este patronato que se financia a través de fondos privados, es producto del agradecimiento de personajes que en su momento fueron educados en esta escuela y que prefieren quedar en el anonimato, pero pone el ejemplo de cómo, con transparencia y ordenamientos jurídicos claros y que garanticen el correcto uso de los recursos pueden lograrse esas aportaciones entre Gobierno Estatal e iniciativa privada, en este caso de personas físicas o morales.
Me parece que este recinto puede convertirse para el Estado, pero sobre todo para el municipio, en un sitio con enfoque turístico, además de que puede volverse un ejemplo de éxito de cómo si podemos realizar ejercicios valiosos en pro de mantener estos inmuebles que son dignos de reconocer en cuanto al esfuerzo de la labor que hacen ciudadanos que tienen poder adquisitivo tal vez, pero más un profundo amor por las escuelas que les dieron su formación.
Hay muchos inmuebles que pueden, con la debida atención y sensibilidad política, entrar en un esquema similar. Solo es cuestión de poner un poco de imaginación.