Toluca, Méx.- En la reciente primera mesa de trabajo entre la rectora de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), Patricia Zarza, y el Enjambre Estudiantil Unificado, se evidenció lo que muchos temían: la falta de un acuerdo inmediato, las tensiones sin resolver y la continua polarización entre la administración y los estudiantes. Ambas partes, aparentemente dispuestas a negociar, mostraron que las diferencias son profundas y no se alcanzarán a corto plazo.
Por un lado, la rectora Zarza destacó que la comunidad educativa, incluyendo a padres de familia, exige la reactivación de las clases presenciales y el retorno a la normalidad en los campus universitarios.
La presión social parece ser clara: los estudiantes deben regresar a las aulas. Por otro lado, el Enjambre Estudiantil, a pesar de la convocatoria al diálogo, se mantiene firme en su postura de no levantar el paro hasta que se cumplan las condiciones mínimas que aseguren el bienestar de la comunidad universitaria.
Un paro que ya pesa
El paro en la UAEMex ha alcanzado niveles críticos, y lo cierto es que el movimiento estudiantil ha perdido gran parte de su fuerza. Es un movimiento desgastado por la prolongación del conflicto y, quizás lo más importante, por la falta de un apoyo generalizado.
Mientras el Enjambre insiste en que su lucha es por un futuro mejor para todos los estudiantes, la realidad es que la solidaridad estudiantil se ha ido diluyendo a lo largo de los meses. Muchos alumnos, por una u otra razón, ya no se sienten identificados con un paro que parece no tener un final cercano. De hecho, la misma rectora reconoció que los estudiantes y sus familias ya están exigiendo la pronta resolución de la crisis y el regreso a la actividad académica.
Este desgaste no solo afecta al Enjambre Estudiantil, sino también a toda la comunidad universitaria, que observa impotente cómo las promesas y las mesas de diálogo no se traducen en soluciones concretas.
¿Un resquicio de esperanza o más de lo mismo?
La decisión de otorgar dos semanas adicionales para continuar con las mesas de diálogo es, sin duda, un intento de apaciguar las aguas y de buscar un espacio para encontrar un acuerdo.
No obstante, los estudiantes del Enjambre han sido claros al señalar que este periodo no significa que se levantarán los paros, pues aún consideran que no existen las condiciones necesarias para ello.
Lo cierto es que, aunque los esfuerzos por dialogar son bienvenidos, el problema de fondo radica en las condiciones estructurales de la universidad, que van mucho más allá de los paros y las mesas de trabajo.
La UAEMex, como muchas otras universidades públicas, enfrenta una crisis de recursos, infraestructura y personal que se refleja en la frustración de los estudiantes, profesores y administrativos.
Las demandas del Enjambre no son nuevas, pero sí urgentes: mejoras en la infraestructura, becas, mayor inversión en la educación y, por supuesto, respuestas claras y efectivas por parte de las autoridades. En este sentido, la falta de un compromiso serio por parte de la administración para resolver estos problemas de fondo contribuye a que el paro persista y la tensión se mantenga.
Un futuro incierto
Lo que está claro es que la UAEMex vive un momento crítico, no solo en términos de sus demandas estudiantiles, sino en su viabilidad a largo plazo.
El diálogo y las mesas de trabajo pueden ser una vía para solucionar la disputa inmediata, pero las soluciones reales deben ir más allá de una mera promesa de resolver las necesidades estudiantiles en el futuro.
Si no se abordan las causas profundas de la crisis universitaria, es probable que el ciclo de paros y promesas rotas continúe, con un costo alto para todos los involucrados.
En este escenario, la rectora Zarza y el Enjambre Estudiantil deberán encontrar un punto medio, aunque este no sea fácil de alcanzar. Mientras tanto, la comunidad universitaria observa con atención y preocupación un proceso que, por ahora, no muestra señales claras de resolución.
En definitiva, lo que está en juego no es solo la reactivación de las clases, sino el futuro de una universidad que necesita, más que nunca, soluciones estructurales y políticas de largo plazo.