Ciudad de México.- De acuerdo con cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de febrero de 2024, más de 230 millones de mujeres y niñas vivas en la actualidad han sufrido mutilación genital femenina en 30 países de África, el Oriente Medio y Asia.

Esa praxis es una violación a los derechos humanos y se entiende como todos los procedimientos consistentes en la resección parcial o total de los genitales externos femeninos, así como otras lesiones causadas a dichos órganos por motivos no médicos.

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Un mapa del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), de marzo de 2024, muestra las estadísticas de las mujeres y niñas entre 15 y 49 años que han sido sometidas a algún tipo de mutilación genital femenina. Se concentra en una franja del continente africano. En Somalia, 98 % de ellas la han experimentado en cierto grado, pero otros países no se quedan atrás. En Guinea, el 97 % de las mujeres y niñas han sufrido el mismo hecho atroz.

Las cifras, aunque disminuyen, muestran prevalencia: Mali y Egipto, 91 %; Eritrea, 89 %; Sudán, 88 %; Burkina Faso, 76 %; Gambia, 75 %; Mauritania, 69 %; Etiopía, 74 %; Guinea Bissau, 45 %; Senegal, 26 %; Nigeria, 25 %; Kenia, 21 %; Yemen, 19 % y Uganda 1 %.

Existen cuatro tipos principales de mutilación genital femenina que describe la OMS:

  • Tipo 1: resección parcial o total del glande del clítoris (su la parte externa y visible, que es la más sensible de los genitales femeninos) y/o del prepucio/capuchón del clítoris (pliegue de piel que rodea su glande).
  • Tipo 2: resección parcial o total del glande del clítoris y los labios menores (pliegues internos de la vulva), con o sin escisión de los labios mayores (pliegues cutáneos externos de la vulva).
  • Tipo 3: estrechamiento de la abertura vaginal (también conocido como infibulación), que se sella procediendo a cortar y recolocar los labios menores o mayores, a veces cosiéndolos, con o sin resección del prepucio/capuchón del clítoris y su glande.
  • Tipo 4: cualquier otro procedimiento lesivo de los genitales femeninos con fines no médicos, como la punción, la perforación, la incisión, el raspado o la cauterización de la zona genital.

Helena López, del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM, describe la mutilación genital femenina como un rito de paso y explica: “Es una especie de práctica de la juventud y la infancia hacia el ser una adulta”; quiere garantizar la pureza de la mujer, pero el daño es integral e infinito. Viola los derechos a la salud, la seguridad y la integridad física. En palabras de la OMS: infringe “el derecho a no ser sometida a torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, así como a la vida en los casos en que el procedimiento acaba provocando la muerte”.

En la lectura antropológica que hace la investigadora explica: “Se trata de una práctica de control del cuerpo de las niñas y de las mujeres” y, en atención a su restauración, propone: “Lo que se debe hacer es recuperar y devolverles el dominio sobre su propio cuerpo, que se vuelvan de nuevo dueñas de él”.

Además, manifiesta la preocupación de exotizar la mutilación genital femenina como una práctica que sólo sucede en otros países, mientras podría hacerse un mapa de estas costumbres que buscan el control del cuerpo de las mujeres en todo el mundo considerando el feminicidio y, por ejemplo, la criminalización del aborto.

Lucía Núñez, también investigadora del CIEG, problematiza el tema de la mutilación genital femenina e invita a incorporar diferentes perspectivas para entenderlo. “Si se mira desde el punto de vista de los derechos humanos, es una evidente forma de discriminación para niñas y mujeres; comprenderlo desde los ámbitos religioso y cultural añade otra dimensión al contexto. También tiene que ver con la salud”.

Helena López es muy clara cuando puntualiza la justificación social y cultural de este tipo de prácticas: “El sistema patriarcal encontrará explicaciones para decir: ‘En este caso sí debemos hacer este procedimiento violento porque…’, y se elaboran legitimizaciones sociales: que es un rito de paso en el caso de la mutilación genital femenina, pero en realidad todas esas costumbres tratan del control del patriarcado sobre el cuerpo de las mujeres”.

La página de la OMS señala que no hay beneficio a la salud en la mutilación genital femenina, pero sí daños. La escisión y lesión del tejido sano interfiere en las funciones naturales del cuerpo de niñas y mujeres, y existen riesgos en su práctica por las condiciones higiénicas en que se realiza el procedimiento.

Las complicaciones inmediatas van desde el dolor intenso hasta el estado de choque y la muerte. A largo plazo es posible que se manifiesten problemas urinarios, vaginales y menstruales. Las heridas pueden presentar problemas en la cicatrización y también en las relaciones sexuales o el trabajo de parto. En una estimación, la OMS indica que tratar las complicaciones consecuencia de la mutilación genital femenina tendría un costo de 1,400 millones de dólares al año, y la cifra puede aumentar a menos que se tomen medidas urgentes en el tema.

El UNFPA agrega que si la mutilación genital femenina aumenta, 68 millones de niñas serán sometidas a esta práctica entre 2015 y 2030.

Testigo

En 2015, la UNAM otorgó el doctorado honoris causa a Olayinka Aina Koso-Thomas, médica ginecóloga y activista de los derechos humanos y la justicia social. La nigeriana es fundadora del Grupo para la Abolición de Mutilaciones Sexuales. Con su trabajo es testigo del sufrimiento, afectaciones en la salud y daños psicológicos ocasionados por la práctica de la mutilación genital femenina.

La médico cree firmemente que la educación procuraría un cambio. En 2015, en una conferencia en la máxima casa de estudios, expresó: “Espero que con el tiempo y la extensión de oportunidades educativas surja una nueva generación de mujeres que vean esto como una intervención física dañina e innecesaria que no sólo destruye partes de sus cuerpos, sino que también causa debilidad física y deterioro psicológico, por lo que no tiene lugar en una sociedad progresista”.

Como una institución de proyección internacional, la UNAM ha mostrado estar comprometida con la educación para la igualdad, particularmente en la lucha contra cualquier forma de violencia hacia las mujeres. Por eso, en esta ocasión entregó el premio UNESCO-UNAM Jaime Torres Bodet a la iniciativa Saleema.

El esfuerzo fue lanzado en 2008 por el Consejo Nacional para el Bienestar Infantil (NCCW, por sus siglas en inglés) y UNICEF Sudán; su trabajo se centra en promover de manera colectiva el abandono de la mutilación genital femenina a nivel comunitario.

Saleema es una palabra que tiene un significado importante: completa, sana en cuerpo y mente, ilesa, intacta, prístina; es una condición dada por Dios.

El objetivo de la iniciativa es cambiar las ideas sobre la mutilación genital femenina y promover de una manera positiva los cuerpos naturales y completos de niñas y mujeres.

Información del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) indica que en Sudán casi nueve de cada 10 mujeres serán sujetas a la mutilación genital femenina, y que cada año cerca de 4 millones de niñas y mujeres corren el riesgo de atravesarla, lo que significa que cada ocho segundos podría estar en riesgo el cuerpo de alguna de ellas.

La iniciativa promueve las ventajas de que las mujeres permanezcan completas y no sean mutiladas.

Pero esta iniciativa también se trata de mujeres y niñas valientes: “Yo todavía soy saleema, estoy completa”, y decirlo desde la convicción y el orgullo en una cultura en la que el control patriarcal sobre ellas sigue siendo una práctica predominante.

Helena López agrega: Saleema “es una iniciativa que ayuda a visibilizar el problema y a las mujeres, que así lo requieran, a que puedan recuperar el control de su cuerpo, lo que las hace extraordinariamente valientes”. Así, “lo que se premia es ese gran esfuerzo colectivo por protestar contra una práctica que vulnera los derechos fundamentales de estas niñas y por intentar garantizar su bienestar”.

Por su parte, Lucía Núñez subraya la relevancia de que la iniciativa no suceda de una forma impositiva, y es “muy importante en términos de salud para las mujeres, así como del reconocimiento de sus derechos, en cuanto a vivir de manera digna e íntegra en nuestra corporalidad”, concluye.

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