Ciudad de México.- Las mujeres mexicanas dedican más de seis horas al día a tareas de trabajo doméstico y cuidados no remunerados, actividades que en 2022 representaron el 27.6 % del Producto Interno Bruto (PIB), según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Este esfuerzo, esencial pero invisibilizado, constituye uno de los principales “muros excluyentes” que perpetúan las desigualdades de género, afirmó Sonia Frías Martínez, investigadora del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.

La carga desigual del tiempo y el trabajo

De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), las mujeres en México dedican 42.8 horas a la semana a actividades no remuneradas, frente a las 16.9 horas que destinan los hombres. Estas dinámicas, según Frías Martínez, están profundamente ligadas a los mandatos patriarcales que asocian la feminidad con el cuidado y el sacrificio, disfrazados de amor y deber materno.

“Es un trabajo invisible hasta que no se hace. Si no lavas los trastes o trapeas, todo el mundo lo nota, pero cuando lo haces, pasa desapercibido”, señaló la académica durante la conferencia magistral “Avances y retrocesos en las desigualdades de género”, organizada por el Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la UNAM.

Barreras en el ámbito laboral

El mandato de la maternidad también impacta de manera directa la participación laboral femenina. Según un estudio de El Colegio de México, entre 2016 y 2021, 10 % de las mujeres en México enfrentaron discriminación laboral por embarazo. De estas, 4.5 % perdieron su empleo, 2.4 % no fueron recontratadas, y 1.6 % vieron reducido su salario o prestaciones.

Además, después del nacimiento del primer hijo, 20 % de las mujeres son expulsadas del mercado laboral y tardan años en reincorporarse. Aquellas que logran mantener su empleo suelen enfrentarse a “pisos pegajosos” —dificultades para delegar tareas domésticas— y “techos de cristal”, obstáculos invisibles que limitan su ascenso a posiciones de liderazgo.

La desigualdad también es educativa y profesional

Las “paredes de cristal” segmentan a las mujeres en sectores laborales menos dinámicos y peor remunerados. Por ejemplo, solo el 24 % de las estudiantes universitarias eligen carreras en áreas de tecnología e ingeniería, mientras que representan el 74.2 % en educación y el 61.1 % en ciencias sociales y derecho.

Incluso en la administración pública federal, donde se han implementado políticas de igualdad, las mujeres ocupan 50 % de jefaturas de departamento, pero apenas 28 % de las subsecretarías de Estado, según el Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO).

Violencia como represalia

A medida que las mujeres avanzan hacia la igualdad, también enfrentan una creciente violencia de género. Entre 2016 y 2021, los casos de violencia física aumentaron de 34 % a 34.7 %, la sexual de 41.3 % a 49.7 %, y la psicológica de 49 % a 51.6 %. Aunque este incremento podría deberse a una mayor visibilización y denuncia, Frías Martínez advirtió sobre la “teoría de la represalia violenta”, que señala cómo algunos hombres recurren a la violencia al percibir amenazado su estatus.

¿Qué sigue?

El reconocimiento y la redistribución del trabajo de cuidados, así como la implementación de políticas efectivas para erradicar la violencia de género, son pasos urgentes para cerrar las brechas de desigualdad en México. Sin un sistema nacional de cuidados y un cambio en las estructuras culturales y económicas, las mujeres seguirán cargando con el peso invisible que sostiene al país.

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