En el marco del Día Internacional contra el Maltrato Infantil, especialistas advierten sobre las consecuencias profundas del abuso infantil y la necesidad de erradicar prácticas normalizadas
Ciudad de México.– En México, seis de cada diez niñas y niños han vivido algún tipo de abuso, ya sea físico o psicológico, en sus hogares o entornos más cercanos, según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Esta problemática se visibiliza cada 25 de abril, cuando se conmemora el Día Internacional contra el Maltrato Infantil, instaurado por la ONU en 1989.
La violencia hacia la niñez —desde el castigo corporal hasta abusos estructurales como la explotación sexual— sigue siendo una realidad arraigada en muchas prácticas culturales, denunció Carmen Gabriela Ruiz Serrano, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM.
“Erradicar la idea de que ‘un golpe a tiempo’ educa, es una aspiración que debemos convertir en acción,” afirma la experta.
La violencia deja huellas profundas
El maltrato infantil tiene efectos graves en el desarrollo neurobiológico y emocional de las y los menores. El cerebro se desarrolla en un 90% durante los primeros seis años de vida y, al estar expuesto a situaciones de abuso constante, su estructura se altera, inhibiendo capacidades como la empatía y provocando reacciones violentas.
“No solo repiten la violencia porque la aprenden, sino porque su cerebro ha sido modificado por el estrés crónico al que fueron sometidos,” advierte Ruiz Serrano.
En el ámbito emocional y social, las secuelas se traducen en baja autoestima, ansiedad, depresión y dificultad para relacionarse con sus pares y figuras de autoridad. Incluso, son etiquetados como “problemáticos” y marginados en espacios escolares y comunitarios.
Una violencia que se hereda y se justifica
La especialista lamenta que aún persista la creencia de que el castigo físico es necesario para educar, una visión adultocentrista que coloca al menor como objeto, no como sujeto de derechos.
A esta situación se suman violencias estructurales, como la movilidad forzada o la explotación sexual, prácticas como la renta de vientres y la producción de material de abuso sexual infantil. Todo esto vulnera el derecho de niñas y niños a una vida libre de violencia, con acceso a educación, esparcimiento y cuidado digno.
Ley sí hay, falta aplicarla
México cuenta con la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, sin embargo, la gran deuda está en su implementación real y en el acceso a mecanismos efectivos de denuncia, pues muchas víctimas no reportan los abusos por miedo, estigmatización o desconfianza en las autoridades.
Ruiz Serrano hace un llamado claro: “Las niñas y los niños no son propiedad de nadie. Se pertenecen a sí mismos y son responsabilidad de toda una comunidad”.
Crear entornos seguros, amorosos y respetuosos no es solo un ideal, sino una necesidad urgente para garantizar un futuro donde la infancia sea reconocida y protegida como base del bienestar colectivo.