Ciudad de México.- A diferencia de lo que dictaban las tradiciones más rancias, hoy en día las mujeres pueden diseñar un plan de vida acorde con sus intereses y elegir dónde estudiar, trabajar, desarrollarse, si desean casarse o reproducirse.

En el país –a decir de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica–, la renuencia femenina a procrear aumentó de 18.3 por ciento en 2014, a 24.2 en 2018. Hasta 1950, el promedio de hijos de una mexicana era de siete, cifra que va en picada: en 2000 fue de 2.6 y para 2020 descendió a 2.1, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Esta tendencia se debe a que ahora las mujeres tienen mayores oportunidades profesionales, laborales y educativas, así como mayor libertad sexual, y ello deriva en un mayor conocimiento y uso de los métodos anticonceptivos, afirma Abigail Vanessa Rojas Huerta, especialista en estudios de población del Instituto de Geografía de la UNAM.

De acuerdo con el Inegi, en México las entidades con menor índice de fecundidad son Ciudad de México, Quintana Roo, Nuevo León, Querétaro, Baja California y Baja California Sur, mientras que Zacatecas, Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán registran las tasas más altas.

La mayoría de los nacimientos se concentra en los grupos de 20 a 24 años y de 25 a 29, pero “una mujer puede gestar desde el inicio de su vida fértil, entre los 12 y los 13. De hecho, el índice de embarazos adolescentes es mayor que el de personas de entre 30 y 35 años”, expone la académica.

En opinión de Rojas Huerta, la tendencia a postergar la maternidad irá en aumento, sobre todo en los países desarrollados, donde la edad media para parir por primera vez oscila entre los 35 y los 40 años, “pues ahí prefieren dedicar su juventud a desarrollarse, prepararse y avanzar en lo laboral”.

Sin embargo, en México se estigmatiza a quienes deciden no ser madres. “En nuestra sociedad se valora mucho eso y, al llegar a cierta edad, las mujeres suelen escuchar comentarios del estilo: ¿y para cuándo un bebé?, sin importar si tienen pareja o no, como si lo único importante fuera reproducirse. Esto genera mucha presión, sobre todo en quienes tienen oportunidades de ascender en lo educativo o profesional”, explica.

En este sentido, la docente señala: antes que tener un hijo, las mujeres prefieren terminar un doctorado y prepararse profesionalmente o están esperando el momento en el que se encuentren en condiciones de poder tenerlo.

Razones

Para Diana Berenice Paz Trejo, investigadora de la Facultad de Psicología de la UNAM, la maternidad atraviesa a todas las mujeres, incluso a las que decidieron no ser mamás, pues siempre habrá un juicio social sobre quienes rechacen el papel de progenitora.

Hay barreras estructurales y una desigualdad que sustenta violencias sobre las mujeres que postergan o evitan embarazos, y aunque se ha avanzado en la autonomía de los cuerpos femeninos, todavía hay señalamientos sobre el no maternar. Sobre todo porque tradicionalmente a las mujeres se les ha adjudicado las tareas del cuidado y de la crianza, agrega.

Se debe considerar que el cuerpo femenino es el que vive todo el embarazo, recalca. Además, este proceso viene acompañado de una serie de violencias como la obstétrica, sumado a la idea de que una mujer no puede sentirse mal, y eso es algo que se observa durante esta etapa.

Para la especialista, parte de las razones por las que las mujeres deciden no tener hijos o postergar esta etapa es porque no sólo consta de ejercer la maternidad, sino que además deben de cumplir con otros roles de género.

Otro motivo por el que no desean ser madres, señala, es porque quieren ser profesionistas. “El tener un embarazo implica que consideren el dejar de formarse académicamente, dejar de trabajar o hacerlo, pero menos horas”.

Entonces, menciona, puede ser una decisión autónoma, pero también puede estar sustentada en la identificación y la visibilización de la desigualdad que viven las mujeres.

Una postura valiente

“Ser madre es un proyecto que no me interesa”, afirma Andrea Paz, estudiante de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.

Con 23 años, el plan de vida de la joven no incluye a las infancias. “Debido a las brechas salariales y las desigualdades, tanto mi situación como la del país no favorecen el ejercer una maternidad. Criar a alguien en solitario resulta difícil”.

Andrea reconoce el arduo trabajo de criar a un hijo y confiesa que no lo haría, pues en su opinión no hay políticas públicas ni apoyo gubernamental para acometer esta tarea de forma individual. “No es ese cuento color de rosa en el que eres mamá por las mañanas y conquistas al mundo por las tardes. Debes renunciar a muchos sueños y planes de vida si deseas hacer eso de forma responsable”.

Cada vez habrá mayor renuencia a procrear, pese a los señalamientos y críticas, afirma la estudiante. “Aún persiste ese cliché de que una mujer sola, al envejecer, termina rodeada de gatos. La soledad se considera algo malo y se repite el discurso de que, para ser felices, debemos tener descendencia y permanecer con una pareja de por vida”.

“El no querer tener hijos no implica dejar de ser una mujer y el tenerlos no te convierte en una. Las mujeres que tomamos la decisión de no embarazarnos, nos estamos revelando contra estos roles sociales y estas expectativas familiares que desde pequeñas nos enseñaron que la felicidad se desarrolla con la maternidad”, subraya.

A sus 23 años, Andrea sabe que no tener hijos es algo para tomarse en serio. “Es una decisión valiente, tanto como la de ser madre”.

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