“Para recordar, tuve que partir”.
Cristina Peri Rossi

Por Latitud Megalópolis/Jafet Rodrigo Cortés Sosa

Azul, era el color que venía a mi mente cuando pensaba en aquellos pesados recuerdos. Los sabores cambiaban en cuanto recordaba aromas, colores y melodías que habitaban las calles, entre acentos y palabras típicas; platillos con sabor a tradición; rincones que contaban ancestrales historias, entre recurrentes tristezas y contadas alegrías.

Todo se pintaba de aquel color que me llamaba a suspirar con cada embate de la memoria, volvía a mí las imágenes de la tierra donde nací, aquella a la que no podía volver, o al menos no sin el riesgo de perder la vida.

Por lo menos una vez hemos sentido aquella sensación de opresión en el pecho, mezclada entre abrumadores suspiros, que nos llevan a deambular entre recuerdos que siguen vivos, memorias que nos atormentan, deseos de volver. Lo anterior lo hemos sentido por alguien, por algún momento en particular, pero también por aquella tierra donde nacimos, aquella tierra que alguna vez llamamos hogar.

Cristina Peri Rossi decía que, para recordar, tuvo que partir; emprender un viaje que, curiosamente mientras más le alejaba en distancia, más relatos de ayer se acercaban arremetiendo contra ella, haciéndola extrañar, soñar con el regreso.

Es cierto que las memorias destilan un líquido, una droga que nos lleva hacia aquel color azul y su embriagadora melancolía; constancia de ello ha quedado guardada en la poesía de aquellas personas que fueron obligadas al exilio; sin oportunidad de despedirse, fueron arrastradas a la oscuridad sin retorno, obligadas a imaginar desde lejos el pueblo que les vio nacer.

Hablar de patria, no sólo es referirse al lugar donde nacimos, sino sobre aquel que genera en nosotros ese sentido de pertenencia, por tener un vínculo con éste o sentirnos emocionalmente identificados; compartir la misma lengua, las mismas costumbres, practicar los mismos deportes, rezarles a los mismos dioses, provenir de los mismos relatos.

La humanidad ha vivido tanto mestizaje, que toma sentido la idea que no somos de ningún lado del todo, a la vez que somos de todos lados un poco. Por ello es posible tener más de una patria, sentir ese amor por más de un pueblo, producto del cobijo que nos han dado y el peso que tengan en nuestra vida.

A todo esto, ¿cuál es tu patria?, ¿el pueblo donde naciste?, ¿el que te dio la oportunidad de trabajar?, ¿el que te demostró con amor que la vida vale la pena?, ¿el que te convocó a la guerra?, ¿el que te sacrificó por un pedazo de tela?, ¿el que te constriñe cada que puede?, ¿el que mata?, ¿el que muerde?, ¿aquel que extrañas a la distancia?, ¿cuál es?

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