Por Zuleyka Franco
La violencia de pareja, violencia conyugal o violencia marital, en conjunto con el maltrato infantil, el maltrato a personas de la tercera edad y la violencia entre hermanos es una de las formas más recurrentes de violencia intrafamiliar. Desgraciadamente en nuestro país la Violencia de Género crece día a día. Si bien los hombres también corren el riesgo de ser parte de una sociedad donde el género masculino ha alcanzado un índice de violencia, las mujeres somos por excelencia las más vulnerables en cuanto a este tipo de violencia se refiere.
Los riesgos que enfrenta el género femenino ante esta práctica como lo es la Violencia Intrafamiliar, los Feminicidios, los Homicidios por Odio etc. están cada vez más fuera de control, y es cuando nos miramos entre nosotras, ya sea en nuestro lugar de trabajo, entre amigas, en nuestros hogares y en todos los espacios en los que podemos manifestar la inquietud de preguntar ¿qué es lo que está pasando? ¿por qué con tantos programas dirigidos a la Equidad y Género, a terminar con la Violencia hacia la Mujer y el “boom” que las diferentes áreas laborales han implementado en los últimos años a favor de terminar con éstas prácticas que a mi parecer, nos denigran, nos humillan y nos condena a formar parte de una sociedad machista, y que a pesar de las cifras maquilladas que nuestro gobierno muestra tanto en los noticieros como en sus informes públicos y que en cuanto a seguridad refieren, que éste fenómeno ha ido a la baja, claramente al escuchar las historias cercanas y hasta en nuestra propia experiencia, nos damos cuenta y sabemos que no es así.
Desgraciadamente, la Violencia que refiere a la mujer, llega a tener muchos matices, no sólo hablamos de Violencia Física, sino también Económica, Verbal y Psicológica y aunque parezca algo que puede controlarse, la verdad es que estas prácticas llegan a ser mucho más hirientes que un golpe. Son heridas internas que en la mayoría de las víctimas deja una huella imposible de borrar, son recuerdos que muchas veces se reviven internamente y que en la mayoría de los casos se supera, más no se olvida.
En mi opinión los programas gubernamentales y las políticas públicas, deben enfocarse a un principal círculo, la niñez. Y llevar dichos programas a los lugares donde nuestras futuras generaciones serán los encargados de cambiar esta práctica para un bien común, las escuelas. La educación que forma parte importante de nuestra cultura, debería ser el enfoque que nuestras autoridades deben darle a los programas de equidad y género.
Cambiar la mentalidad de un hombre de 40 o 50 años que lleva la mitad de su vida creyendo que el género masculino es (porque así se lo inculcaron o así lo aprendió en un patrón repetitivo), el dueño de la mujer que comparte su vida con él, entre muchas otras creencias es muy difícil, ya que nuestras conductas aprendidas están tan arraigadas, por ser un estilo de vida con el que muchos hombres de éste país han vivido y con la cual han tenido una relación sumamente estrecha en su historia de vida, que difícilmente se podrá cambiar.
Nuestras esperanzas están puestas en nuestros niños, en las futuras generaciones que si bien, sabemos que es un proceso largo y en el que estamos involucrados “todos” y principalmente en el que las propias mujeres de éste país tenemos que enfocar un compromiso con nuestras niñas y niños porque son ellas y ellos, nuestras hijas y nuestros hijos, nuestras generaciones venideras, los que tendrán en su mano, que exista en México una primera generación de verdadera Equidad y Género.
Toda crisis trae consigo un planteo profundo de vida, la estructura sobre la que nos apoyábamos usualmente está cayendo. Esto representa un costo, una molestia, una decepción; pero también la posibilidad de armar una nueva experiencia. Es el momento de poder empezar desde uno mismo. El camino comienza ahora y con bases sólidas, ésta elección es el proceso de la expansión de la conciencia y un salto de fe en el trayecto hacia la unidad con el ser, debemos dar a conocer por medio de la información a la sociedad en general, las diferentes herramientas con las que podemos contar para tener un propósito de vida en el cual, seamos seres humanos capaces de distinguir, afrontar, superar, y mantener un estado de equilibrio ante las diferentes situaciones que vivimos día a día y convertirnos así en un eslabón más en nuestro núcleo, familiar, profesional y social, que contribuya a una conciencia colectiva para el bien de nuestros hijos, de nuestro país y de nosotros mismos.